Aída María Holguín Baeza.- A pesar de los avances en alfabetización a nivel global, actualmente existen -según la ONU-, al menos, 763 millones de jóvenes y adultos que no saben leer ni escribir.
Y en el caso específico de México, según datos del INEGI, el número de analfabetos supera los 4.4 millones. Cifra que si bien refleja que el analfabetismo se redujo significativamente en el último medio siglo (de 25.8% en 1970 a 4.7% en 2020), a decir del instituto educativo Kumon, podría aumentar y colocar a México como uno de los países de Latinoamérica con mayor rezago en alfabetización.
Dentro de ese escenario, la UNESCO advierte que la crisis de la COVID-19, el cambio climático y los conflictos han agravado -a escala global- los desafíos de la alfabetización de niños, jóvenes y adultos que, ante las desigualdades que padecen, viven en condiciones de vulnerabilidad.
Entonces, frente a ese enorme desafío, las Naciones Unidas insisten en que la alfabetización es un derecho humano que, como tal y como principal herramienta de aprendizaje, debe ser garantizado y salvaguardado por todos los Estados en el entendido de que la alfabetización empodera y libera a las personas, mejorando así su bienestar general.
En ese sentido y contexto es que la UNESCO enfatiza que, más allá de su importancia como parte del derecho a la educación, la alfabetización por sí misma es un derecho humano básico y fundamental que permite mejorar la vida de las personas al ampliar sus capacidades, reducir la pobreza, aumentar la participación en el mercado laboral y, con ello, impactar positivamente en la salud y el desarrollo sostenible.
Considerando lo ya expresado, y que actualmente la alfabetización se concibe como un medio de identificación, comprensión, interpretación, creación y comunicación en un mundo cada vez más digital, mediado por textos, rico en información y cambiante con rapidez, queda claro porqué la alfabetización es un derecho humano condicionante para la realización y disfrute de otros derechos y las libertades fundamentales de las personas.
El asunto es pues que, a pesar de los grandes progresos que han ocurrido en materia de alfabetización como derecho humano, el contexto global actual -en constante cambio- obstaculiza la continuidad del progreso y amplía las desigualdades entre regiones del mundo, países y poblaciones.
De ahí que, en el marco del Día Internacional de la Alfabetización, la UNESCO llama a recordar la importancia de la alfabetización como factor de dignidad y de derechos humanos, a reflexionar -y actuar en consecuencia- sobre el papel de la alfabetización en la construcción de sociedades más inclusivas, pacíficas, justas y sostenibles y, por supuesto, a unir esfuerzos para acelerar el progreso de la alfabetización a nivel mundial.
A modo de recordatorio y reflexión sumativa, finalizo citando lo dicho por la crítica, académica y escritora estadounidense Heather Cass White: La alfabetización es un derecho humano, una competencia individual indisociable de la salud social. El acceso a él es una cuestión de justicia social, un derecho no negociable de ciudadanía.
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