Dr. Arturo Castro.- La política es un mar de ilusiones y de acciones, se crean y recrean diferentes escenarios para construir y destruir teniendo como siempre a un pueblo expectante de las mismas.
El pueblo ejerce sus libertades por sí mismo o por aquel producto de la manipulación emanada desde el poder público que solo busca satisfacer egos personales de quien dirige el gobierno en su momento dado.
Realiza marchas y concentraciones por cualquier motivo, todas importantes para la vida política cotidiana que lucen como necesarias para fortalecer sueños y demandas sociales que van de la A a la Z.
Reuniones sociales de gran magnitud a favor o en contra, teniendo como fiel testigo a una gran mayoría que, desde las redes sociales y medios afines, aplauden o rechazan tales intervenciones a manera de opinión personal pero popular.
Van de bolitas a bolotas de personas, de aspiracionistas, oportunistas y chayoteros hasta borregos de cualquier color político, que convertidos en bandera de alguna causa, ocasionan fricciones que dividen a una sociedad fragmentada y sin rumbo.
Perder en el mundial de Qatar frente a Argentina es poco ante lo que sucede en México, dados los debates y los desencuentros entre gobierno y sociedad, haciendo énfasis que esta última es la misma frente a administraciones diferentes que van de chachalacas, corrupción muy humana y una transformación sin cambio alguno.
Las marchas de propios y extraños no miden el poder del significado que se busca, sino la simpatía y antagonismo de los actores políticos del momento que se describen, uno como el rico del pueblo y el otro como un jerarca despeinado.
El pueblo leal y justo pasó a ser un pueblo bueno y sabio, es el mismo manejado en circunstancias iguales que se dicen diferentes, cuando el PRI y el PAN lo hacían se hablaba de acarreo, como hoy se menciona tal acción nuevamente desde el ámbito de Regeneración Nacional.
Al pueblo pan y circo es una máxima política de siempre con los mismos resultados de agradecimiento social a quien ostente el poder público y que enaltece la soberbia de cualquiera, llámese Cárdenas, Salinas, Fox o López. El pan que viene de despensas y regalos, hasta convertido en caudales de dinero que necesariamente atraen el voto electoral.
El circo que representa la algarabía de compartir una marcha personal convertida en una masa en la que se convierte el participante en nadie. Viaja, come, escucha discursos, saluda a amigos y desconocidos que simpatizan la misma idea, muchos sin saber realmente porqué están ahí.
Entre marchas y concentraciones se mide el tamaño político de la próxima contienda que define nuevamente el destino del país, misma que no espera los tiempos legales ante las apresuradas giras políticas de algunos aspirantes que no aspiracionistas por decir de quién manda y cree tener la verdad histórica y absoluta.
Al pueblo pan y circo, lo hemos visto desde siempre, este gobierno es igual a los anteriores, aunque se diga lo contrario; los jefes políticos vienen de la misma cuna llamada Revolución Mexicana y de una realmente transformada democracia a través del tiempo…