Padre Eduardo Hayen.- Hoy he recordado mi vocación sacerdotal y mi trayectoria de casi 20 años de sacerdote. La fiesta de San Matías Apóstol, quien fue quien sustituyó a Judas el Iscariote, me ha dado ocasión para agradecer a Dios por vivir, en mi propia persona, el itinerario de Jesús para formar a sus discípulos; itinerario que se expresa en el evangelio de San Juan (15,9-17). Son cinco verbos que el Señor utiliza y que me han acompañado en esta escuela de Jesús.
“Yo los he amado”. Todo comenzó por dejarme amar, por recibir el amor de Dios. En él encontré mi descanso. En él hallé el perdón de mis pecados; él me sanó de mis malas inclinaciones; él reconstruyó mi vida. Jesús me aceptó como yo era, pero no para dejarme donde estaba, sino para iniciar un camino de transformación. Y me sigue aceptando como soy, pero para continuar una reforma de vida.
“Permanezcan en mi amor”. Es un verbo clave para mantener mi vida cristiana y mi compromiso sacerdotal. La escucha de su Palabra diaria, la confesión frecuente, el contacto con él por la Liturgia de las Horas, los retiros y ejercicios espirituales, la adoración silenciosa; todo ello han sido medios que la Iglesia me ha dado para permanecer en su amor.
“Si guardáis mis mandamientos”. No siempre ha sido fácil amar a Dios y al prójimo, así como tampoco ha sido sencillo sacarme los ojos o arrancarme la mano cuando son ocasión de pecado. ¿Quién dijo que en la vida sacerdotal no tendría personas difíciles a mi alrededor a las que el Señor me manda querer, o que la humildad sería algo fácil de lograr?
“Soy yo quien los ha elegido”. Hoy es una ocasión para dar gracias a Dios por el misterio de la vocación, de la elección para una misión particular que se llama sacerdocio. Y qué belleza es ver cómo Jesús enriquece su Iglesia con tantos trabajadores en la viña del Padre: hermanas religiosas, compañeros sacerdotes, laicos consagrados y familias que se forman, y una multiplicidad de carismas que edifican la Iglesia.
“Para que vayan y den fruto”. Una vez elegido, he sido enviado a este lugar concreto donde ahora me encuentro, que es la Catedral. No anhelo haber nacido en otra época ni en otro país; tampoco quiero estar en otra parroquia ni en otro lugar porque es aquí donde el Señor me ha destinado para cumplir mi misión.
Es bueno recordar la escuela de Jesús para formar apóstoles, y dar gracias infinitas por su amor, su elección, su llamado, su envío.