Daniel Valles.- Todos lo sabemos, la corrupción no se termina por decreto. Es más, la corrupción, no se termina. Punto. Solo se controla. La persona, todo lo que puede hacer es controlar la propia, la individual, la personal. ¿Cómo? Mediante una decisión meditada, libre, voluntaria, consciente, que le generé hábitos positivos para no caer en las garras de la corrupción.
Es todo lo que se puede hacer. Erradicarla es imposible. Se tendría que erradicar a la raza humana, pues todos somos corruptos y todos hemos cometido actos corruptos, de una manera u otra, en algún punto de nuestra vida. La corrupción no es delito per se. Es una conducta moral.
Transparencia Internacional, que es la organización que a nivel mundial mide el “Índice Global”, dice que la corrupción es el abuso del poder otorgado a una persona, para beneficio propio. Además, perjudica a la persona que comete el acto y a sus dependientes económicos, a su familia.
Esto, a la persona que es corrupta sistémica, parecería no importarle. Porque no deja de practicarla. Siempre está en oposición al sistema legal para llevar las cosas. Es decir, a la ley.
La causa, motivo o razón pueden ser tan distintos como personas existen o han existido. Sin embargo, el hecho es que se comete, se practica. En México, como deporte extremo, de alto riesgo y en todos los estratos sociales.
Las instituciones de todo tipo están afectadas por la corrupción. En algunas es lo que “sostiene” la institución misma. Sin embargo, en un tiempo más largo que corto, presentará su factura, la que destruiría a la institución que erróneamente la tenía como aliada.
Y es que la corrupción pudre todo lo que toca. Lo echa a perder. Personas, instituciones, gobiernos, clubes sociales, iglesias, escuelas, nada está a salvo de la maldición que la corrupción y su prima, la impunidad, llevan a las instituciones que las invitan.
La corrupción en este sentido es “omnipresente”. Quien lucha contra ella, se enfrenta a un monstruo de “mil cabezas” y en la aduana mexicana parecería que tiene más cabezas y que también es omnipotente.
Ni “nuestro querido presidente” ha podido erradicarla. Como dice que sí ha hecho en otras instituciones. ¿Cuáles? Él sabrá. Porque en el IMSS, dicen los médicos, enfermeros, camilleros, las Jefas de Piso, anestesistas, trabajadoras sociales, qué dónde están sus insumos, etc. ¡Bueno, pero ese es otro tema!
La cosa es que en Aduana se tiene un nuevo administrador. El señor Horacio Duarte Olivares, quien ahora tiene la encomienda presidencial de “terminar” con la corrupción en dicho sector. Quienes sabemos del tema, también sabemos que eso es imposible. Solo se puede controlar.
El señor Horacio Duarte Olivares fue nombrado por “nuestro querido presidente” el pasado 28 de abril. De quien dijo que era: “un hombre íntegro, honesto, se va a hacer cargo de las aduanas, porque ahí necesitamos enfrentar la corrupción, que es el principal problema. Vamos a apoyar a Horacio Duarte, para limpiar las aduanas”, dijo López Obrador. Se nota que le tiene confianza.
Me gustó la declaración que hizo el señor Duarte Olivares el día que fue anunciado su nombramiento en la “mañanera” del día señalado. “La corrupción no se acaba por decreto”.
Más me gustó que lo haya dicho frente a su jefe, el presidente López Obrador, porque al parecer el presidente sí lo cree. Lo deduzco por sus declaraciones de que al tomar posesión el 1 de diciembre de 2018, la corrupción se acababa en México. Y antes de ganarla, también lo dijo y lo repitió hasta el cansancio.
Es más, por eso mismo la gente por él votó. Y no puede decir ni afirmar con gran evidencia que lo haya logrado. No solo en la Administración General de Aduanas está corto en su declaración, como lo reconoce, sino en todo el gobierno federal.
La gente en la calle lo afirma, lo dicen en las ya no “benditas redes sociales”. Y el señor Duarte Olivares se lo recordó al presidente, su jefe: “La corrupción no se acaba por decreto”. Es una declaración hasta valiente.
Estamos acostumbrados a escuchar a funcionarios incapaces, abyectos y serviles, como el doctor Hugo López-Gatell, como la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, la de Energía, Rocío Nahle, la de Economía, Graciela Márquez, quien no pudo leer una cifra de 9 dígitos en una mañanera.
Aceptar un puesto para el que no se tiene la capacidad o habilidad para desarrollar, es un acto corrupto. Significa que hay corrupción en quien otorga y más, en quien acepta.
Para luchar contra la corrupción se requiere más que declaraciones e intenciones. Se requiere de prácticas que eleven el concepto ético y moral de la persona. En el caso en cuestión, del personal a cargo del señor Duarte Olivares.
Algo así como 7 mil empleados distribuidos en 49 sedes de la dependencia aduanal. Según declaró la secretaria de la Función Pública, Irma E Sandoval, al inicio de la gestión de Duarte Olivares.
¿Qué debe de hacer el nuevo administrador? Entre otras cosas iniciar una campaña de concientización en la que hay que convencer a quienes practican la corrupción que su acto daña no sólamente al país, sino a toda la gente que en el mismo vivimos.
Se oye hasta cursi, pero la premisa no es falsa, menos está equivocada. La persona corrupta está atrofiada en su sentido de empatía. No es capaz de “ponerse en los zapatos de la otra persona”.
El causante y el afectado se encuentran distantes, no se conocen. Entonces no importa el daño que se le cause. No se accionan.
Gran tarea tiene el señor Horacio Duarte Olivares. Podemos ayudarle a combatir al monstruo de las mil cabezas. Necesita la ayuda. Nuestro programa nacional se especializa en ello. Espero y le vaya bien. Cuando menos, retóricamente estuvo correcto.
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