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Asunción de la Santísima Virgen María

Antonio Fernández.- El 1 de noviembre de 1950, Fiesta de Todos los Santos, invocando su autoridad dogmática, el Papa Pío XII definió el Dogma: “Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y por nuestra propia autoridad, lo pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, después de haber completado el curso de su vida terrena, fue su cuerpo y alma a la gloria celestial asumido”.

Al terminar Su Santidad esta definición hubo sin duda de ello, explosión de júbilo simultáneo en los cielos como lo fue en la tierra. La Plaza de San Pedro y el mundo cristiano se cimbraron con la aclamación de vivir el reconocimiento a la Madre de Dios de su gloriosa Asunción a los cielos en cuerpo y alma.

Miles de peregrinos venidos de todo el mundo y los que por los medios de comunicación de ese entonces, escucharon en todos los lugares de la Tierra las palabras del Sumo Pontífice la definición dogmática, que ilustra Nuestra Santa Madre Iglesia a los cristianos católicos de todos los tiempos: “La verdad definida es asunto de fe”.

Por lo tanto, de nuestra parte es celebrar a la Inmaculada Madre Dios con gozo haber sido por obra de Dios elevada a los cielos y de nuestra parte aprendiendo del Papa Pío XII, honrando su memoria afiliarnos como hijos de tan excelsa Madre al adoctrinamiento mariano que sacude los corazones, anima las voluntades y oprime los sentidos de júbilo atraer los sentidos de nuestro ser a la oración que el Sumo Pontífice ofrece a la Virgen Inmaculada.

“¡Oh clara Fuente de la fe, rocía nuestras mentes con verdades eternas! ¡Oh fragante lirio de toda santidad, cautiva nuestros corazones con tu celestial perfume! ¡Oh triunfo del mal y de la muerte, inspíranos un profundo horror por el pecado que hace al alma detestable para Dios y esclava del infierno!”

El Doctor Seráfico, San Buenaventura, expone con precisión y suavidad el eficaz y decisivo hecho: “La Virgen Santísima es el camino que a Él (Cristo) nos conduce y por eso suele decirse: “Ad Jesum per María” (“a Jesús por María”). Bien será hacer propia la devoción a la Santísima Virgen María ya que participa en el proceso y desarrollo de la vida divina en las almas.

Nuestro Doctor de la Iglesia instruye al pecador a ir por el camino donde ella es la Puerta de Cielo, en el que pasarán las almas que le amaron en su vida terrenal y al salir de este mundo camino a la definitiva eternidad que cada quien fue según su vida para con su Santísimo Hijo, ser llevada en sus bendecidas manos el alma que hizo suyo el mérito ganado.

Nuestra Madre, refugio de los pecadores mostrará porqué su Santísimo Hijo Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida” ¿Por qué en todo momento vemos esta unidad entre Jesús y María?

Es de comprender que al venir al mundo el Hijo de Dios hecho hombre en el pesebre de Belén, el Espíritu Santo depositó en los brazos de su María Madre al Hijo de Dios hecho hombre, al atraer María a su seno al Niño, fue un momento del que no hay palabras para decir el gozo indecible que vivió en su corazón sentir los primeros latidos del Niño Jesús que se fundió para siempre al de su Madre y se hizo un solo corazón.

Esto es, el corazón del Niño Jesús vino al de María, por ello el corazón de Jesús ama y ella también ama; el corazón de Jesús sufre, el de ella también sufre; el Hijo es a su Madre y su Madre es a su Hijo; en Belén María sufre y Jesús sufre en las entrañas de su Madre; María sufre al pie de la Cruz y Jesucristo Nuestro Señor sufre y se duele ver y vivir el dolor de su Madre.

Para consolarla le hace participe de la redención y la designa Madre nuestra: “Mujer, he ahí a tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre”.

El Ave María reza la verdad de la Virgen Inmaculada: “Bendita entre todas las mujeres”. Llevados por la fe descubrimos en lo profundo de la expresión del angelical Mensajero de Dios la razón de su divina maternidad, y ahondando en ello tenemos a la vista de nuestro corazón de haber recibido desde su concepción la gracia de ser exenta del pecado original, por lo tanto, no debía ni podía conocer la corrupción del sepulcro.

Vemos a María en el pesebre de Belén junto al Niño Dios. ¿Qué reconoce el cristiano católico? La clara muestra de la aprobación de Dios al llevar en sus abrazos a “Su Hijo amado”.

¿Qué vemos en ellos? En todos los nacimientos de Navidad vemos a la Madre postrada ante Jesucristo Niño, es la obra de Dios para recordar a la humanidad de siempre que fue su deseo y voluntad dar a María la sublime gracia de la encarnación del Verbo y ser siempre reconocida Madre del Corazón Hermoso.

hefelira@yahoo.com