Diseñé la presente colaboración para tratar de orientar a los lectores de las grandes ventajas que tiene el aislamiento en los humanos, y que es una verdadera oportunidad de encontrarse contigo mismo.
La rutina diaria en que nos inmiscuimos durante nuestra vida, poco a poco se va convirtiendo en conducta automática donde las decisiones obedecen más a la parte emocional que a la razón, derivando esto en errores, que, en algunos casos, podremos corregir y en otros no.
La estrategia con que tomamos las decisiones están en función del detonador emocional, el cual funciona sin tu control, ya que se ha convertido en un hábito de conducta.
Considero importante comentar que las personas hemos desarrollado hábitos perniciosos que nos impiden conocernos. Parece que nos asusta esa posibilidad de estar con nosotros, tan es así que, a muchos o a casi todos, nos angustia el silencio, por el miedo de estar contigo mismo. La evidencia de tal afirmación la puedes comprobar dándote cuenta que para poder sobrellevar esta situación haces uso de distractores como la radio o la tv, teléfono, las redes, etc. lo que sea que me permita alejarme de un encuentro interno.
Dado lo anterior es comprensible que en una circunstancia extraordinaria como lo es el sujetarse a una experiencia como la presente cuarentena, los niveles de ansiedad y stress, se disparan ya que el sujeto al no contar con habilidades aprendidas que se traducen en hábitos saludables, las alternativas de serenidad y tolerancia se ven sumamente amenazadas.
A continuación, incorporo literalmente un pasaje de la novela “Amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez que sintetiza el mensaje de mi participación.
Capitán, el niño está preocupado y muy incómodo debido a la cuarentena que el puerto nos impuso.
¿Qué te preocupa muchacho? ¿No tienes suficiente comida? ¿No duermes lo suficiente?
No es eso capitán. No puedo soportar no poder desembarcar y abrazar a mi familia.
Y si te dejan salir del barco y se contaminan, ¿cargarías con la culpa de infectar a alguien que no pueda soportar la enfermedad?
Nunca me lo perdonaría, pero para mí inventaron esta plaga.
Puede ser, pero ¿Y si no fue inventado? Entiendo lo que quiere decir, pero me siento privado de mi libertad capitán, me privaron de algo.
Y tú te privas aún más de algo.
¿Está jugando conmigo?
De alguna forma.
Si te privas de algo sin responder adecuadamente, habrás perdido.
“¿Entonces, quiere decir, como dices, que si me quitan algo, para ganar debo privarme de otra cosa?”
Exactamente, yo hice cuarentena hace siete años atrás.
¿Y de qué te tuviste que privar?
Tuve que esperar más de 20 días en el barco. Había meses en que ansiaba llegar al puerto y disfrutar de la primavera en tierra.
Hubo una epidemia en Porto Abril, se nos prohibió bajar.
Los primeros días fueron duros.
Me sentí como tú. Pronto comencé a enfrentar esas imposiciones usando la lógica. Sabía que después de 21 días de este comportamiento se crea un hábito, y en lugar de quejarme y crear hábitos desastrosos, comencé a comportarme de manera diferente a los demás.
Empecé con la comida.
Me propuse comer la mitad de lo habitual.
Luego comencé a seleccionar los alimentos más digeribles, para no sobrecargar el cuerpo. Comencé a nutrirme con alimentos que, por tradición histórica, habían mantenido al hombre sano.
El siguiente paso fue agregar a esto una purificación de pensamientos no saludables y tener pensamientos cada vez más elevados y nobles. Me propuse leer al menos una página cada día de una discusión que no conocía.
Me puse a hacer ejercicios en el puente del barco.
Un viejo hindú me había dicho hace años que el cuerpo mejoraba al retener la respiración.
Me puse a respirar profundamente cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían alcanzado tal capacidad y fuerza.
La tarde fue la hora de la oración, el momento de agradecer a una entidad por no haberme dado, como destino, privaciones graves durante toda mi vida.
El hindú también me había aconsejado que tuviera la costumbre de imaginar que la luz entraba en mí y me hacía más fuerte.
También podría funcionar para los seres queridos que estaban lejos, por lo que también integré esta práctica en mi rutina diaria en el barco.
En lugar de pensar en todo lo que no podía hacer, estaba pensando en lo que haría una vez que llegara a tierra firme. Visualizando las escenas de cada día, las vivía intensamente y disfrutaba de la espera.
Todo lo que podemos obtener enseguida, rápido, no es interesante.
Esperar sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me privé de comidas ricas, botellas de ron y otras delicias. Me habían privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de practicar el ocio, de pensar solamente en lo que me estaban privando.
¿Cómo terminó capitán?
Adquirí todos esos nuevos hábitos, me dejaron bajar del bote mucho más tarde de lo esperado
¿Te privó de la primavera entonces?
Sí, ese año me privaron de la primavera y muchas otras cosas, pero aun así florecí, llevé la primavera dentro de mí y nadie me la puede quitar.