Aída María Holguín Baeza- El 2020 fue un año tan complicado, confuso y doloroso, que no pocas personas comenzaron anticipadamente a dar por muertas las esperanzas de mejoría para el 2021; y como decía García Lorca, el más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta.
Así, con ese terrible sentimiento causado por las esperanzas postradas y en lecho de muerte, se preveía un 2021 poco alentador. Afortunadamente, en vísperas de año nuevo, la ciencia, mediante la vacuna contra el SARS-CoV-2, encendió la luz al final del túnel.
Cierto que una cosa es que ya se pueda ver la luz, y otra -muy distinta- que el final del túnel esté “a la vuelta de la esquina”; no obstante, debe prevalecer el hecho de que la luz por fin brilló. El meollo del asunto es que, para que la esperanza se transforme en realidad, se requiere que (una vez que se tenga la suficiencia del volumen de producción y de la capacidad de distribución por parte de las farmacéuticas) los Estados garanticen que toda su población tenga acceso oportuno a una vacuna segura y eficaz.
El caso es que, indudablemente, el 2021 es el año de la esperanza y Katalin Karikó, ahora conocida como la madre de la vacuna contra la Covid-19, así lo augura: Si la gente se vacuna ahora, en verano podremos, probablemente, volver a la vida normal. En ese sentido, la COVAX indica que, para vencer al virus y allanar el camino hacia la recuperación, la clave no solo está en la distribución justa y equitativa de las dosis de la vacuna sino en la disponibilidad de ésta para toda la población.
Por eso es imprescindible que, en un futuro no muy lejano, el gobierno de la 4T desista de la estrategia medular de su actual política de vacunación. Es decir, que deje de centralizar y -hasta cierto punto- militarizar el proceso de compra, distribución y vacunación porque, de seguir así, el retraso resultante puede causar más muertes, confusión y miseria en el pueblo mexicano.
Que quede claro que se reconoce la labor del Gobierno de México para lograr ser de los 10 primeros países en tener la vacuna; lo inaceptable es que pretenda seguirla centralizando. Y es que si bien la vacuna contra la Covid-19 convirtió (por el solo hecho de existir) al 2021 en el año de la esperanza, la práctica monopólica del gobierno de la 4T, amparada por la sistemática y creciente concentración del poder en el presidente López Obrador, desafía la esperanza que representa el 2021 porque, aunque el presidente diga que la aplicación de las primeras dosis de la vacuna es la esperanza más cercana para una mejor realidad, la realidad es que la única esperanza que queda respecto a su gobierno es que reconsidere las estrategias funcional y operativa de la Política Nacional de Vacunación contra el Virus SARS-CoV-2.
En esta ocasión, finalizo parafraseando lo escrito por Ana Frank: No abandono mis esperanzas, por absurdas e irrealizables que sean. Continúo creyendo en la bondad innata del hombre. No se puede construir sobre la base de la muerte, la miseria y la confusión.