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Viví en los tiempos de Maradona…

Juarez Hoy


Sebastián García.- Aquel que como a los viejos emperadores romanos, le hacían canciones, ese ser imperfecto y real, quien siempre se declaró indigno de los dogmas que le impusieron, al llamarlo Dios, y quien fue catalogado por el clásico narrador argentino Víctor Hugo Morales, como el genio del futbol mundial. Él es Diego Armando Maradona.


El nacido en Lanús, hijo de doña Tota y del Viejo Diego Maradona, transformó la forma de ver y sentir el futbol. ¨El Pelusa¨, dejo sus primeros vestigios de magia en las cebollitas, equipo de amigos y del vecindario, en el que el Diego mostraba ya, su
irreverencia única y su talento innato. Así los describía su amigo de la infancia Goyo Carrizo, al contar la anécdota de la pierna con siete puntos de sutura previo a una final infantil, en la que Diego entraría a jugar con además de los puntos de sutura, un pañuelo en el cuello y yeso en el brazo. Ese juego terminaría 7-2… El pequeño ¨Pelusa¨ hizo 5 goles. Maradona ya era Maradona…


Fue la prestigiosa cantera de Argentinos Juniors, quien arropara al entonces joven fenómeno, y sería esa misma institución quien a los 16 años de edad y con ese mismo dígito en el dorsal, en el estadio de ¨La Paternal¨ quien lo debutaría el 20 de octubre de 1976, ante Talleres de Córdova. Ahí comenzaba su camino en el futbol profesional, pero también y sin saberlo hacia su más grande amor, Boca Juniors.


Diego siempre le agradeció al equipo del barrio Porteño, Argentinos Juniors, pero jamás negó su devoción hacia el equipo más grande de Argentina, el mítico Boca Juniors. En lo sucesivo. La historia de Diego con la albiceleste en los mundiales comenzaría en medio de un conflicto bélico entre Argentina e Inglaterra, la guerra de las Malvinas. Esos no fueron buenos tiempos ni para el país, ni para la selección, menos para Maradona; perdieron las Malvinas y los echaron del Mundial de España 1982 con un 3-1, ante Brasil, en lo que será recordado como uno de los grandes fracasos de la absoluta de Argentina.

Luego entonces, Maradona comenzaría su travesía en el futbol europeo con una primera y accidental parada: Barcelona. Un romance breve, épico, como el de Don Quijote y Dulcinea del Toboso; consecuencia de la imaginación y del deseo exacerbado de los afines a Maradona porque el triunfara en Europa, sin embargo, Diego fue solo un humilde labrador al que las lesiones y la nula adaptación lo convertían en un héroe idealizado, pero no consagrado. Y, por si fuera poco, ahí Maradona cometería un error, uno irreparable. Jamás volvería a ser el mismo.
Sin embargo, “El Pibe de Oro”, estaba hecho para ser el mejor de la historia, por sí mismo era trascendental, mágico, fuerte, irreverente, insubordinado, tal cual como el gran Aquiles. Un pelador rápido, imbatible, vanidoso, eficiente, aclamado por sus
virtudes, pero igual que Diego, con una sola debilidad.


Dos años más tarde, El Diego encontraría su segunda casa, Nápoles, ahí Diego, la afición y la ciudad se flecharon a primera vista. El argentino mostró su mejor versión, una pletórica, de un futbolista que llegó a un equipo casi intrascendente y lo puso en los cuernos de la luna.

El Diego era la primavera, para un equipo que vivió un invierno crudo, agrio, que parecía interminable. Maradona, encontraba, pues, a sus primeros creyentes. Diego era justo como lo describía Eduardo Galeano: La estrella de cada fiesta, él bebe de cada bautizo, el muerto de cada velorio. El Napoli, le competía, entonces, a los grandes del norte de Italia, era el equipo gallardo, virtuoso, simpático, y, además ganador. El ex de cebollitas les dejo su legado en: dos scudettos, una copa de Italia, una supercopa de Italia y una copa de la UEFA. El Nápoles jamás volvió a ser el mismo cuadro flaco, descolorido y desmejorado.


Ya con la investidura del mejor del mundo, Maradona tenía una cita con la historia, el Mundial de México 86. En la justa mundialista, El 10, se convertiría en lo que será siempre; el mejor de la historia. Pero también, en un personaje excéntrico, amado y odiado, era el Diego, el máximo exponente de la teoría de oposiciones binarias, en la sociología. Maradona ganó, pero a su manera.


Con controversia, con el escándalo; la polémica era una fiel compañera. El Partido contra los ingleses marcaría un antes y después en el futbol, y los mundiales. En esos cuartos de final, Maradona, definió su carrera; era genio, pero también villano. Suscribo: Imperfecto y real.


El 1-0, lo marcaria con la mano y ahí nacía ¨la mano de dios¨. Con esa jugada los argentinos concedían la venganza ante los ingleses, como un acto divino, por aquella guerra perdida y un injusto despojo de las Malvinas, decían ellos. Maradona
materializaba un acto de Dios, traía a la palestra de los mortales, una manifestación concreta de la justicia divina. Luego vendría el gol perfecto, aquel que nadie imaginaba. Diego tomaría la pelota por la banda derecha, pasa entre Beardsley y
Reid, avanza unos metros y esquiva a Butcher, este lo trata de atosigar, pero es inútil, El 10, burla a Fenwick, y convierte en ¨cono¨ a Shilton. 53 metros, 10.6 segundos y 10 toques. Así fue el gol más hermoso de la historia del futbol. Maradona
se consagraba como el ícono político de Argentina, la figura del futbol mundial, y el Dios de los ilusos y los fanáticos.


Ya después, vendría el segundo título mundial de Argentina, ese que sin Diego hubiera sido imposible. Como hasta hoy en día sigue siendo para la selección Argentina, sin Diego.


Durante los próximos cuatro años, Maradona abonó a su legado y forjo su lugar en el olimpo del futbol mundial, Sin embargo, el hombre que rompió todos los paradigmas de un deportista de elite, no sería indiferente a lo que Aristóteles llama, ¨La actividad más elevada del ser humano¨, la política, y como si fuera un partido de futbol, Maradona eligió un bando, jugadores y una tendencia que no podría ser otra que la de su magistral pierna izquierda. “El Pibe de Oro”, abrazó las causas en las que el pobre sigue siendo pobre, pero oprimido, esas que buscan desacreditar la legalidad de los sistemas políticos, pero desean descansar en la legitimidad popular de los más desfavorecidos, los mal llamados, revolucionarios.

En ese juego, Diego no era el 10, más bien era el inocente compañero dueño de la pelota, ese que en los partidillos de la cuadra invitaban a jugar solo por conveniencia, pues tenía el mejor balón, y el inocentemente accedía, porque se sentía parte del equipo del vecindario, pero no era más que un instrumento más, que servía mientras llevaba la pelota, así era Diego, les servía a los líderes de la izquierda mientras lo hacían sentir un libertador, pero no era más que un instrumento al servicio de los poderoso políticos eficientes en el arte del engaño, pero infértiles en la búsqueda del bien común.


Así entonces, llegaría el mundial de Italia 90, en el que la selección dirigida por Carlos Salvador Bilardo era la favorita, ¨un equipo de hombres¨, diría el “Pelusa”. Y lo demostrarían eliminando al clásico rival sudamericano, Brasil en octavos de final. Luego, en semifinales vendría un retrato del Diego, siendo Maradona, cuando con el dedo medio de la mano derecha e izquierda, mientras los tifosis abucheaban el himno argentino, Maradona los repudiaba e insultaba. A la postre Argentina avanzaría a la final, pero se toparían con una máquina alemana, que los derrotaría 1-0, con un gol de penal.


Así, la carrera de Maradona, comenzaba a mostrar fisuras, él ya tenía otras prioridades, cada vez era menos futbolista, y más estrella del rock, cada día era menos el 10, el Diego, y más Maradona.
En 1991 vendría el primer doping positivo, El jugador ídolo de Boca, había consumido cocaína. Aquí el genio del futbol mundial mostraba su peculiar debilidad, la única, como el peleador Aquiles, quien solo tuvo una debilidad, pero al igual que el 10, no necesitó de más.


Los próximos años del astro argentino, serian con el afán de redimirse, pero Maradona, siempre fue lo que quiso ser. En 1994, en pleno mundial el Diego saldría positivo por segunda vez, y en esta ocasión aunado a una operación política anti Maradona, encausada por Grondona, la ya ex figura del Nápoles, seria exhibido en pleno partido mundialista un 25 de junio, en el Foxboro Stadium de Boston, posteriormente, El Diego dijo ¨ Me cortaron las piernas¨, a ese excelente e inigualable jugador de futbol, jamás se le volvería a ver.

Jugaría hasta 1997 con su amado equipo xeneize, año en el que daría su tercer positivo, y en el que terminaría una exhausta carrera. Maradona se convirtió en entrenador de futbol, pero ahí si era uno más, jamás rosaría siquiera el nivel magnánimo que tuvo como jugador. Yo prefiero recordar al barrilete cósmico, al gran Diego Armando Maradona.
Viví en los tiempos de Maradona. Twitter: @sebastiangarmu

(Juárez Hoy)