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Variaciones sobre el placer político

Dr. Arturo Castro.- México decía ayer, que tenía una sociedad triste, la culpa no es de nadie, sino de todos, unos por pecar y otros por dejar que los anteriores pequen, la democracia política representa un modelo estratégico de poder.

El poder de las redes sociales ha rebasado cualquier instancia de comunicación social, las formas de información van de la mentira a la verdad, la idea sustantiva convertida en adjetivo, falta claridad y precisar las ambiciones de los protagonistas.

El presidente de México, nadie duda que desea ser eterno, como dijera Juan Gabriel en su famosa canción, los ejemplos en el mundo abundan para querer tal cosa, véase a Nicolás Maduro, a Evo Morales o al presidente ruso Putin.

Dicen que son las mejores democracias pero nadie vota, es todo un divorcio entre el ser y el querer ser; López Obrador quiere la gloria eterna como muchos que acuden a la iglesia cada semana, la diferencia es que desea lo material en este común mundo terrenal.

Tenemos un presidente enfermo de poder, antiimperialista pero que desea ser amigo del presidente Donald Trump, con una identidad cultural de poca monta en la que las ocurrencias son su mejor carta de presentación.

La corrupción de gobiernos pasados es su mejor discurso, según él, parece que cuando se compra en este sexenio por adjudicación directa es lo mismo, ser es malo y parecer ser y no ser es más malo. Presenta ideas sin reflexionarlas, él es su propio asesor.

Su esposa dice que no es doctora y no puede ayudar a los niños con cáncer, debe ser a que eludió la responsabilidad de la oficina de Desarrollo Integral de la Familia por querer ser una académica reconocida como tal desde su mundo aislado del desconocimiento de los problemas sociales.

La contradicción entre el discurso y la acción es franca, de nada sirve tanto bla bla bla matutino si no se trabaja el resto del día, es un círculo vicioso porque se promete y no llega la eficacia. Salinas de Gortari parecía un genio frente al hoy presidente cuya variación es la lucha anticorrupción, fórmula de la cual vivió mucho tiempo sin trabajar.

Todos los días propicia un espectáculo para las masas sociales ante el enojo de la clase política y empresarial, dice que trabaja para los pobres cuando vive en un Palacio que nunca imaginó, exhibe todos los días imágenes desde ahí.

El poder no es para compartirse, por eso no hay más figuras en el gabinete que los que se presentan ocasionalmente, su indescifrable forma de hacer política lo acabará por completo, a él, no a este gran país que se ha repuesto de conquistas exteriores.

La violencia parece la misma, es general en el país, él trae varias suburbans como protección, recuerdo que dijo que no traería escolta, que el pueblo lo cuidaba, éste está preocupado por sobrevivir como en anteriores gobiernos.

Es una aventura que dejará algunos descalabros en poco tiempo, tal vez en la próxima elección de 2021, su pueblo le debe menear la cabeza para hacerlo razonar que con palabras no se crece, los precios de todo han subido y a nadie parece interesarle.

De hace dos años, se ha encarecido la vida, el mandado de hoy es el setenta por ciento del de hace dos años, la cerveza subió un 20% y nadie reclama porque de lo que se trata es de que no haya desabasto, como aquellos trágicos dos meses sin ella.

Dicen que López dice lo que no dice, es algo como cuando hablaba Vicente Fox, que no decía lo que dijo, los rumores son muchos, es una lucha entre los chairos y los fifís, los conservadores y los obradoristas, porque no llegan a liberales.

Sergio Olhovich en su película “El infierno de todos tan temido”, pone en la mesa asuntos de locura, la lucha entre los locos y loqueros, este país merece la comparación, ¿quién es más loco: El gobierno o la sociedad?

Los malos ejemplos de poder político son muchos porque la integran los mismos hombres y mujeres de siempre, la crítica no es rutinaria sino para tratar de llegar a la reflexión, el infierno dicen que existe pero nadie lo conoce porque es una fantasía.

“El infierno” también es una película del estilo López Obrador, esto es de que solo su pistola truena y que al igual que los Underwood en la serie “House of Cards” de Netflix, es el poder la única herramienta de dominación, los locos están muy contrariados por el solo hecho de la mención.

Este sexenio es la encarnación de Porfirio Díaz, claro antes de que Francisco I. Madero le declarara la guerra, se vio un gobierno de 14 años de Benito Juárez, luego 30 de Díaz. Esperemos que los locos no se subleven porque la sociedad cuerda los puede emular.

La política produce un placer que admira las desnudeces de una sociedad crítica que no llega a más, los mexicanos representan a una sociedad sufrida, tal vez viene de su guadalupanismo implantado por los españoles durante la Conquista.

La sociedad es una buena cocinera y le da al gobierno en turno una sopa de su propio chocolate. Pásele presidente López Obrador a entender una próxima revocación de mandato como un castigo al protagonismo y a la indiferencia pública y política.