Dr. Arturo Castro.- Nadie vive en Asirio, en la zona cercana al Palacio Nacional, cerca, muy cerca de Tepito. Tiene 41 años y se dedica al comercio ambulante, vende atrapasueños de diferentes tamaños y colores.
Es el líder de un grupo de comerciantes que dependen de su habilidad para conseguir permisos para la venta de sus propios productos aunque esté prohibido por la ley. Tiene carisma y lo siguen por doquier.
El grupo es muy compacto a la hora de seguir indicaciones tomándolas como una lucha propia, admira al líder sin poner duda alguna en el hacer y el quehacer.
Nadie se afilió al partido gobernante una vez más, la necesidad de ser escuchado por líderes políticos y seguidores a la vez lo impulsan a fortalecer el grupo que dirige, según las instrucciones recibidas oportunamente que va de aplaudir, marchar o votar hasta por el héroe desconocido que vive frente al Zócalo capitalismo.
La vida cotidiana de Nadie y el otro Nadie transcurre sin contratiempos porque el cambio de cancha política se los permite, están ajenos a cualquier ideología, solo atentos al suspiro del supremo comandante con las maracas listas para cuando llega la hora de escucharlo.
Nadie se junta con otros Nadie para hacer bola, esa masa que más aplaude y que para la ocasión de un aniversario gubernamental fueron invitados a una marcha bajo un estricto citatorio, atendiendo sus demandas de transporte, alimentación y hospedaje.
Apoyos que no requirieron por vivir a pocas calles del evento y que cambiaron por generosos sobres de dinero bajo el concepto de apoyo a comerciantes ambulantes como parte de un programa partidario que va dirigido a miembros leales y a sus invitados.
El día de la marcha, Nadie acudió con otros 45 Nadie, llegaron temprano a la cita que pronto llenaría las calles con personas como ellos que acudieron de entre Ciudad Juárez, Chihuahua y Tapachula, Chiapas. Los gritos, la música, los discursos llenaron los oídos de aquella masa popular.
Se entretejieron en ella gobernantes, legisladores, ricos, clasemedieros y pobres, había empresarios, artistas y deportistas. La fiesta política tenía un fin: Satisfacer la idea de unir al pueblo para dividirlo ya que fue convocada desde la Presidencia de la República, tal y como nació en su momento aquel histórico partido de la Revolución Mexicana.
La marcha engrandeció a la clase política gobernante, recrudeciendo a la vez a los opositores, cada quien en su papel, esta vez cambiado de lugar y que al fin de cuentas cambiaron para permanecer igual.
Nadie no se cansaba de gritar con su grupo aquello de que no somos iguales, ante la satisfacción de los dirigentes de partido, remordiendo en su conciencia ese debate de la mentira y la verdad, la masa seguía creciendo al igual que los discursos sobre una transformación que solo se ve de gerencia pública civil a lo militar.
La marcha se convirtió en un mitin. Nadie saludaba a Nadie, Nadie cumplió con la encomienda y pronto regresó a su casa, a otros más les esperan muchas horas de camino para regresar a su vida cotidiana, seguramente envuelta en el pleito de las redes sociales que existe entre chairos y fifís.
La admiración y la provocación existen a partir de lealtades dirigidas. La política fue, es y será siempre igual, decía un gran político chihuahuense que en su momento dirigió a alguien como Nadie.