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Topos en la niebla

Raúl Ruiz.- En Chihuahua, tierra de coyunturas y coyotes, los exgobernadores han decidido que la política es como el mezcal: entre más añejo, más sabroso.

César Bailador —sí, el mismo que bailó entre contratos y convenios como si fueran valses de salón— reaparece en escena, no como estadista, sino como espectro. Él y sus colegas, esos próceres del pasado reciente, se creen aún capaces de mover las piezas del tablero electoral rumbo al 2027. Los ex gobernadores priistas.

Spoiler: el tablero ya cambió y ellos siguen jugando a las damas chinas en un mundo de ajedrez cuántico.

La Prospectiva, esa ciencia que no consulta oráculos sino escenarios, nos advierte: el capital político de estos personajes es como el peso de la nostalgia en una fiesta rave. No suma, no vibra, no conecta. Pero ellos insisten.

Se agrupan como zombis en convención, sugestionados con la idea de que juntar cascajo político genera cemento electoral.

Spoiler dos: ni con varita mágica.

Los panuchos, por su parte, se aferran a la ilusión de poder como quien se aferra a un WiFi sin contraseña en medio del desierto.

Sin estrategias prospectivas, sin lectura de contexto, sin brújula ética, construyen castillos de influencia en el aire, mientras la realidad les pasa por encima como tren de carga sin frenos.

No se trata de simpatías hacia la 4T ni de fobias ideológicas. Se trata de análisis, de entender que el HYBRIS —ese mal griego que convierte a los poderosos en caricaturas de sí mismos— ha hecho metástasis en los pasillos del poder chihuahuense.

Y como todo buen drama, esto no termina en tragedia, sino en comedia involuntaria. Así que, estimado lector, cuando vea a estos personajes reaparecer en entrevistas, desayunos políticos o fotos con filtros de liderazgo, recuerde: no es el retorno de los sabios. Es el desfile de los topos: ciegos, tercos y convencidos de que aún pueden ver.