La historia de los presidentes les indica que durante su mandato no hay que meterse con la Constitución, ni con el Ejército y tampoco con los estudiantes. Quienes se han atrevido lo han pagado muy caro
Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- El conflicto estudiantil iniciado a principios de agosto del año pasado puede ser el detonador de una explosión nacional que tiene una larga gestación. En los últimos 15 años, los gobiernos de Calderón y Peña redujeron los presupuestos a las universidades públicas, pero ese recorte se ha hecho más grande y de manera muy acelerada en los últimos tres años. Agreguemos las ofensas a la UNAM y a otras escuelas de nivel superior, que no son peccata minuta.
En el CIDE, todo comenzó en Palacio, en una charla íntima y amigable entre dos amigos: el presidente AMLO y Enrique Semo, escritor admirado y apreciado por el ejecutivo nacional, a quien le propuso que dirigiera el CIDE, cuestión que Semo rechazó, adujo razones de salud, pero que, no obstante, después de agradecer la deferencia, deslizó el nombre de José Antonio Romero Tellaeche a manera de recomendación, la que, desde luego, el presidente atendió y ordenó nombrarlo Director General del CIDE.
El rechazo de alumnos y maestros no se hizo esperar y el conflicto se ha sostenido desde agosto a la fecha. Escala y gana adeptos en casi todas las universidades del país y podría convertirse en una seria amenaza para el gobierno, que, de suyo, lo es.
Pero como se sabe, no hay disposición para reconocer errores, el conflicto, en lugar de ir disminuyendo, se agrava por majaderías de funcionarios de medio pelo que llevan órdenes en un cuadrito del que no se salen.
Luego la Asamblea de Asociados del CIDE aprobó, sin seguir el protocolo oficial, cambios al estatuto orgánico de la escuela, a propuesta del Conacyt que dirige la doctora María Elena Álvarez-Buylla, brazo del presidente en este tema, pero pese a que ganaron la votación, no quedó como aspiraban, fueron cuatro votos a favor: Secretaría de Hacienda, Secretaría de Educación, Secretaría de Energía y Fondo de Cultura Económica. Dos en contra: Secretaría de Economía y El Colegio de México. Y una abstención: Banco de México.
Lo anterior deja ver que hay razón al considerar que los cambios realizados son nulos de origen y que irán a tribunales. Pero no es eso lo que más debiera preocupar al actual gobierno, que ya es grave, sino sumar lo dicho líneas atrás: La gestación del movimiento estudiantil nacional que podría, de ocurrir, ser muy costoso para el presidente AMLO y su Movimiento Morena.
El problema de las universidades no es menor. Ahondemos un poco más. Su presupuesto, en no pocas universidades, no alcanzó para pagar aguinaldos completos, muchas han reducido su gasto corriente hasta afectar a los estudiantes, la ANUIES (asociación de universidades) demandó reactivar el fondo U081 desaparecido por la Cámara de Diputados en 2018 para poder hacer frente al tema de las pensiones que ya hace crisis, que se reactive el fondo que establece la Ley General de Educación para garantizar la gratuidad y obligatoriedad de la educación superior y que se restablezcan los fondos extras presupuestales, en especial los destinados a infraestructura y calidad educativa.
Como nos damos cuenta, es complejo, a grado que el presidente ha reconocido (el martes) como un error lo ocurrido con las universidades.
Pero ese pantano creado paso a paso y la poca o nula disposición de apoyo a la educación superior, por acelerar el proyecto de cien universidades tecnológicas y los ahorros de AMLO, o por supina venganza contra la “estafa maestra”, en la que participaron algunas universidades, puede desencadenar. Si su causa, que la hay, se suma a la del CIDE, como bandera, un movimiento nacional estudiantil que nos traslade en el tiempo, a problemas como los de 1968 y 1971, verbigracia del actual empoderamiento del Ejército que prácticamente cohabita con el presidente.
Un pueblo sin memoria es uno sin historia. Cabe recordar que la historia de los presidentes les indica que durante su mandato no hay que meterse con la Constitución, ni con el Ejército y tampoco con los estudiantes, y quienes se han atrevido lo han pagado muy caro, amén de la muerte injusta de miles de jóvenes.
Pareciera que el presidente, sin darse cuenta, tiene un barril de pólvora y la mecha encendida en el CIDE, que de estallar puede alcanzar dimensión nacional y transformarse en un movimiento estudiantil como los vividos en los tiempos de añoranza del presidente.
De ocurrir, ojalá y no, ni la fuerza moral ni ningún “detente” de AMLO lo podría parar. Creo que en el equipo del presidente faltan coyotes con más desierto, pues los que lo aconsejan parecieran coyotes de granja. (Jean Meyer)
Terquedades
Una rebelión de estudiantes como la que empezó en la Escuela de Economía en 1999, por pretender subir inscripciones, en aquel tiempo ridículas y que se pagaban con una moneda a la pretensión de mil pesos, generó la inconformidad y manifestación que luego creció y abrazó a la UNAM, fue cuando entre otros líderes surgieron los chairos Carlos Imaz y Claudia Sheimbaum y que, al final, ya con Fox, costó dos años a los estudiantes de la UNAM. Solo que ahora no será únicamente la UNAM sino casi todas las del país. Aún hay tiempo, veremos si los coyotes evolucionan o se quedan en la granja.
Porfirio Muñoz Ledo señala que luego de las elecciones de este año, que será todavía de algunos éxitos para Morena, iniciará el desgajamiento de todo el aparato de gobierno y la 4T, por las pasiones de la sucesión.