Raúl Ruiz.- Mientras Trump y Xi se estrechan las manos en Busan, el mundo contiene la respiración. No por el acuerdo sobre el fentanilo, ni por los aranceles que se evaporan como promesas de campaña, sino porque el presidente estadounidense —en un acto de diplomacia estilo Rambo—, ha decidido que si Rusia y China juegan con bombas, él también quiere jugar. Y jugar fuerte.
La cumbre, anunciada como un bálsamo comercial, terminó siendo un sketch geopolítico digno de Saturday Night Live. Xi, con su habitual rostro de porcelana estratégica, aceptó una tregua temporal. Trump, en cambio, salió del salón con una sonrisa de vendedor de armas y una orden directa al Pentágono: “¡Prueben nuestra fuerza nuclear, que no se diga que nos quedamos atrás!”
Diplomacia de pólvora
La lógica trumpiana es simple: si el otro tiene juguetes nucleares, yo quiero los míos. ¿Desescalada? ¿Tratados? ¿Diálogo? ¡Ni madre!
Para Trump, la diplomacia es un campo de tiro y el Departamento de Guerra —sí, lo llamó así, como si estuviéramos en 1942— es su parque de diversiones.
El acuerdo comercial, que incluye tierras raras (esas que suenan a minerales mágicos de videojuego), es apenas un barniz sobre una grieta tectónica. Porque mientras se firma con una mano, con la otra se activa el botón rojo. Xi sonríe, Trump amenaza y el mundo observa como quien ve a dos titanes jugar ajedrez con dinamita.
¿Y ahora qué?
Lo que sigue es incierto. Tal vez Xi regrese a Pekín con una bolsa de tierras raras y una lista de memes sobre Trump. Tal vez Trump, inspirado por su propia retórica, decida que la próxima cumbre se celebre en un silo nuclear.
Lo que es seguro es que la diplomacia, esa dama elegante de los tratados y los gestos medidos, ha sido reemplazada por un payaso con peluca naranja y un megáfono. La cumbre entre estas dos potencias no fue un paso hacia la paz, sino una coreografía de tensión con interludios de sarcasmo.
Y si algo quedó claro, es que Trump no negocia: improvisa. Como quien juega al dominó en una mesa de ajedrez, convencido de que las fichas explotan.
Mientras tanto, en la aldea, los panistas afinan detalles para recibir a Jorge Romero, su dirigente nacional. Los detalles de su agenda, los conoceremos iniciando la semana.
El propósito, escuchar la línea directa sobre la reestructura azul y a ver qué estrategias propone para socializar esa puntada.
¡Qué nervios!



