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También los políticos sienten melancolía

Dr. Arturo Castro.- Todos vivimos una vida personal en el entorno social, pasamos de una generación a otra pensando en cuál fue mejor, se enaltece a la familia, a los amigos y enemigos por demás, un mundo lleno de aristas que a veces no permiten discernir lo que verdaderamente se quiere.

Ver la realidad a través de cualquier visión conducirá a lo mismo abriendo infinidad de posibilidades a nuevos sentimientos que irán de la alegría, a la ira y a la melancolía.

A la política pertenecen los políticos a pesar del oportunismo de aquellos que, por ser de la élite de otras ramas, acceden por el calor y afecto del voto ciudadano a posiciones de poder sin saber qué hacer, se sacrifican con una gran temeridad

El político emerge de la sociedad, la sociedad lo necesita, es una real dicotomía que ofrece un ganar-ganar.

El político es un ser humano con sentimientos, entenderlo no es difícil aunque su parte actoral esté siempre presente, lo demanda este pueblo bueno y sabio que entiende de sumas y restas multiplicadas al por mayor.

La idea es mostrar en pocas palabras que no todo es fantasía en el mundo político.

La melancolía viene de la frustración y desesperanza de no lograr lo que se quiere en realidad. La política ofrece muchas soluciones a ello, mostradas en el aprecio de la amistad y en la conquista de cargos públicos y legislativos.

La política es un arte que con diversas paradojas encamina a los protagonistas desde un organismo hasta quien se va por la libre y ha ganado sin dejar rastro alguno, léase los políticos sin partido gobernando con una ideología conveniente a un interés desconocido.

La política pertenece a quienes deciden por lo público como apuesta personal; son hombres, mujeres y otra definición más, que deciden luchar por mejorar las causas sociales, su fe ciega por el poder en cualquier dimensión los vuelve y los envuelve en algo que se cree normal.

La sociedad no lo sabe porque no lo conoce, solo hace juicios de valor positivos y negativos, pensando en que todos son iguales, el medio público del que se habla, tiene de todo: héroes y corruptos, salvadores y criminales, capaces e ignorantes.

La sociedad tiene ganas de seguir queriendo que lo público sea de su agrado y entretenimiento para que la vida continúe transformándose para permanecer igual. El político es una pieza sustancia de tal deseo.

La vida de los políticos se conoce cotidianamente, pero es la historia pública alejada de la personal, del esfuerzo que pregonaba Luis Donaldo Colosio, de la lucha que implica el abandono familiar en aras de su propio bien.

Lope de Vega en 1609 lo dijo: “Escribo por el arte que inventaron, los que el vulgar aplauso pretendieron, porque como los paga el vulgo, es necio darle gusto”.

Los políticos abonan día a día una experiencia diferente que parece igual, se dedican a un todo que no tiene que ver con la nada, disfrutan el reconocimiento dejando atrás el sacrificio de anular su propia vida por el bien común.

Los políticos son personas que en el estudio y la práctica obtuvieron una gran capacidad, que no ven el final para no desear vivir de nuevo esa forma de llegar hasta donde están.

Los políticos también sienten melancolía al recordar con nostalgia sus inicios, pensando en su presente y dudando del futuro. Es una carrera tan interesante como intensa, conocida como el arte de tragar sapos sin hacer gestos.

Los políticos también sienten melancolía hacia aquello que era una gran verdad y resultó toda una falacia, hacia el entendimiento social que dirigió una elección hacia el candidato equivocado, salido del mercado o de Palacio Nacional.

Los sueños se convierten en realidad a cada instante dejando la fantasía mitológica griega para otra historia de vida universal. Todo está bien ahora y siempre, el amor y la alegría, así como el miedo y el odio son parte del hombre, decía Octavio Paz en su obra que habla del “Laberinto de la soledad”.

No se entiende esta vida loca que lo público rebasa en mucho a lo privado, va de los medios de comunicación a las redes sociales que le abren paso a la inteligencia artificial que suplirá al ser humano en pocas décadas.

Pensar en el futuro habrá de verse desde qué óptica para construirlo mejor, no se reserva a nadie, solo a aquellos que se empeñan en cambiar el mundo desde la palabra o los hechos que nos lleven al desarrollo o al fracaso.

Poco entendido por la sociedad que enjuicia a todos sin saber a quién, reconociendo la mediocridad sobre la excelencia del hacer y del quehacer, no hablemos de Rolex ni de Casio, solo de aquel que habla por hablar pretendiendo ser el dueño de la gran verdad.