Un pueblo habituado durante largo tiempo a un régimen duro, pierde gradualmente la noción misma de la libertad. Jonathan Swift, escritor irlandés
Cuauhtémoc Monreal Rocha.- Dos sorpresas mayúsculas nos dio la semana pasada… ustedes ya saben quién. Con la alegría de la libertad reflejada en el rostro, Rosario, la de la Estafa Maestra, ya está en su casa, gozando de cabal salud, para disfrutar su fortuna bien o mal habida y, por el contrario, cabizbajo y meditabundo, Jesús, no el de Veracruz, ni el del Gólgota, sino el de los 43 o el de Enrique, si lo prefieren, al caerle a aquél, de repente, el mayor mal que puede venirle a los hombres, el cautiverio, según Don “Quijo”. ¡Qué ironía!
Dándole un pequeño viraje a esta entrega semanal, hemos notado, salvo opinión en contrario, que los mexicanos, no juzgan al presidente pór sus resultados como gobernante, ¡qué triste!, sino por sus buenas intenciones y el pueblo bueno y sabio, en su amnesia ancestral, se le olvida que de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno.
Las ocurrencias presidenciales han terminado en humillantes pifias, nada de lo que hace el Viejo funciona y mientras tanto, ¿qué hace la oposición si es que existe?: ¡Nada!, absolutamente nada, por eso el Predicador de las Mañaneras, a punto de terminar su sexenio de la 4T, haría muy bien en salirse de la inseguridad política en la que está sumido y se aboque, con decisión espartana, a gobernar, a gobernar y solamente a gobernar.
Si los mexicanos todos, quieren realmente un país democrático, libre y plural, toca solamente a ellos, lograrlo pero ¡ya!, porque si siguen de brazos cruzados, el país puede incendiarse y después, como le dijera a su hijo Boabdil, su ambiciosa madre Axia, cuando el moro entregó a los Reyes Católicos de España, las llaves de Granada y vio llorando a lo lejos por última vez, la ciudad que había sido suya: No lloren como mujeres, lo que no pudieron defender como hombres.
Veremos qué sorpresa nos tiene preparada el presidente de todos los mexicanos, en el desfile del 16 de septiembre, ojalá no vaya a ser el mismo disco rayado de las mañanas, ante los acarreados de siempre o sea, el pueblo bueno y sabio. Vale.