Padre Eduardo Hayen.- Un artículo de la revista Psychology Today de Michael Castleman llamado “Satisfacción sexual: el matrimonio ¿la ayuda o la perjudica?” cita varias investigaciones de diversas universidades norteamericanas que concluyen, a través de diversos estudios, que en promedio, las parejas casadas tienen una vida sexual más satisfactoria que las personas solteras o las que viven en unión libre. Estos estudios de las universidades de Arizona, Nueva York, Western Ontario y Chicago, afirman que los casados se sienten más felices y satisfechos sexualmente.
La cultura popular en los medios de comunicación raramente muestra a los matrimonios que son religiosos practicantes llevando una vida sexual satisfactoria. En cambio, enseñan que las personas solteras y que son rebeldes hacia la religión llevan una vida sexual activa y satisfactoria. El buen sexo estaría en la soltería porque es el estado donde están las emociones, las aventuras y las pasiones. El cine y la televisión suelen transmitir la idea de que la soltería es excitante, mientras que el matrimonio y la religión son opresivos.
Norteamérica es la tierra de las estadísticas. Sus investigaciones son siempre reveladoras. La revista “Psychology of religion and Spirituality” publicó estudios sobre sexualidad en Estados Unidos: ¿Quiénes tienen sexo? ¿Con qué frecuencia? ¿Quiénes tienen una vida sexual más satisfactoria? Todas las investigaciones en este rubro llegan a la misma conclusión: las personas con más felicidad sexual son las parejas casadas; y no solo eso, sino que los matrimonios que llevan una vida de práctica religiosa comprometida son los más satisfechos sexualmente.
A los participantes de dicho estudio se les pidió que calificaran cuánto pensaban que Dios estaba en el centro de su matrimonio. También se les preguntó con qué frecuencia asistían a los servicios de adoración religiosa con su cónyuge y con qué frecuencia participaban en actividades religiosas en el hogar como pareja. Finalmente, preguntó a las parejas qué tan satisfechas estaban con el aspecto sexual de su matrimonio. ¿El resultado? fue sorprendente: sentir que Dios era parte de su vida matrimonial se asociaba positivamente con la satisfacción sexual.
Estos estudios nos indican que no es que las personas religiosas conozcan mejores “técnicas” sexuales que los solteros, sino que viven su sexualidad en un contexto muy diverso al de la soltería. El sexo tiene un significado intrínseco que es: “hasta que la muerte nos separe” y esta entrega recíproca los casados la viven en la vida ordinaria y en aquellos momentos en que la expresan en la intimidad. Esto les da la certeza de que la relación es sincera y recíproca.
Los cónyuges que practican la fe tienden más a invertir en su matrimonio y trabajar para fortalecer áreas que no son sexuales, como mejorar los compromisos y disminuir los conflictos. Cuando dos personas casadas creen que su matrimonio tiene importancia espiritual y religiosa, ellos son más propensos a invertir para que la convivencia sea positiva.
Además, el sexo en el matrimonio es un sexo sin miedos. Los cónyuges no tienen por qué temer a un embarazo o a convertirse en padres o madres solteros porque saben que hay un compromiso formal para permanecer unidos. Tampoco tienen por qué temer a las enfermedades de transmisión sexual. Si son fieles estarán libres de infecciones y del miedo de contagiar a su cónyuge. No existe el miedo de verse abandonados como en el caso de la unión libre, ni miedo de sentirse utilizados por el otro porque creen en su alianza conyugal.
Una muchacha, cuyo novio la quiere bien y ve que él está dispuesto a respetar el lenguaje intrínseco del sexo –entrega total en el matrimonio–, puede tener mayor seguridad en su relación de noviazgo porque sabe que su pareja ha desarrollado un alto nivel de control sobre sí mismo. Sabe que ese hombre es alguien en quien puede confiar porque vivirá más fácilmente la fidelidad durante la vida matrimonial. Y también podrán aprender juntos el lenguaje de la intimidad sexual, sin tener a otra persona del pasado en sus recuerdos con la que puedan comparar a su cónyuge.
Cuando el cine o la televisión presenten al sexo en la soltería como el mejor y el más emocionante, no lo creamos. Es en ese tipo de sexo donde están los daños emocionales y las heridas más fuertes. En cambio, el sexo matrimonial es como el buen vino que ha sabido esperar un tiempo de añejamiento para ser el de mejor calidad.