El buen gobernante no ha de torcer las leyes a su condición, sino torcer su condición conforme a las leyes. Fray Antonio de Guevara, escritor español
Cuauhtémoc Monreal Rocha.- Un buen rato hacía que no hojeábamos la Carta Magna y bobalicones que somos, nos encontramos con el art. 129: “En tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
Sin embargo, al Viejo tal parece que se le olvidó que ha tiempo dijo a voz en cuello que llegando al poder, lo primero que haría sería devolver al ejército al cuartel (soldados y marinos) y nada, los dejó patrullando las calles como están antes y de pilón, creó una guardia nacional militarizada.
Las cosas no pararon allí, pues a los pocos meses de estar en el poder, les entregó a los mílites, aeropuertos, aduanas, Dos Bocas, el Tren Maya, Mexicana de Aviación, Bancos del Bienestar que más bien son del malestar porque tienen a la intemperie por horas, a los ancianos que van a cobrar su pensión, haciéndolos también -a los soldados- empresarios, sin que el pueblo de México sepa a cambio de qué les entregó tanto poder económico a los uniformados de verde, aunque también sean pueblo.
Todo lo anterior es una clara violación a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ¿o no? ¿Solamente el viejo puede violar impunemente las leyes mexicanas? ¿No protestó cumplir y hacer cumplir la Carta Magna y todas las leyes que de ella emanan? ¿Qué dirán los de tu casa cuando me miren borracho…? perdón, ¿qué dirán los de morena?, seguramente que sí, pue es otra forma de mostrar el humanismo mexicano que consiste en que: “por el bien de todos, primero los pobres”.
Y como ya estamos en el mes patrio, encontramos, de Amado Nervo: “Como renuevos, cuyos aliños un viento helado marchita en flor, así cayeron los Héroes Niños, ante las balas del invasor”.
Y ni modo, las fiestas patrias, en todos los países del mundo, son necesarias para exaltar el fervor patrio, pues todos los pueblos tienen la imperiosa necesidad de amar algo grande, festejar o recordar algo sublime y sensible y qué mejor que el amor a la patria, al terruño. Vale.