Por Manolo de la Laguna.- Primero va de cuento. Resulta que desde hace tiempo, traíamos un problema en los cuartos traseros (entiéndase piernas); como gracias a la pandemia estamos “dioquis” y “er” campo nos ha “dejao” descansar, le hablamos a nuestro pediatra de cabecera quien, como jefe de nuestros servicios médicos, de inmediato convocó a un cónclave de especialistas y tras varias horas de analizar el tema, llegaron a la sana conclusión, de que teníamos que ir a ver a un algólogo.
Y hay vamos de calientes con el susodicho, quien nos puso una… reverenda tizna física que, como toreros buenos, tuvimos que hacer gala de nuestro valor espartano y nos aguantamos, pues estuvimos a punto de partirle su mandarina en gajos “ar” galeno, quien nos soltó del cuarto de tormento como de la Santa Inquisición, todos madreados, pues parecía que hubiera bailado una danza tarahumara, arriba de nosotros, un toro de cinco años de San Mateo.
Al parecer el tratamiento, dado el costo, está haciendo efecto, razón por la cual comenzamos a pegarle a las teclas, para hacer este trabajo y de ser posible, entretenerlos para que no tengan malos pensamientos y no pierdan la paciencia, pues la pandemia todavía va para largo, aunque nos la refresquen.
Cuenta la historia taurina peninsular, para que no crean que es una ocurrencia nuestra, que con motivo de los festejos de la Semana Grande, en San Sebastián (norte de España), se dio en el mes de agosto del lejano año de 1916, una corrida de toros, sin precisar “er” documento, quién integró la tercia ni de dónde fue el encierro.
Lo que sí dice la croniquilla, es que después de la corrida, un grupo de amigos, se reunieron para comentar lo sucedido en el ruedo; en ese grupo se encontraban dos personajes: Uno era un político en activo y el otro, una gran figura del toreo; después de sacar sus conclusiones del festejo que acababan de presenciar, comenzaron a decir que las mejores corridas de toros, se daban en cada plaza de toros, de donde eran originarios los diletantes o contertulios y se armó la de Dios es Grande.
“Er” político, como era de esperarse, también echó su cuaco a retozar y echándole harta crema a sus tapas, les dijo que las mejores corridas de toros, se daban allí en su tierra, en San Sebastián, por lo que el personaje taurino, sin perder la compostura, les dijo, palabras más palabras menos: Señores, tranquilos, todos estáis “equivocaos”, las mejores corridas de toros se dan en el Puerto de Santa María y “Quien no ha visto una corrida en el Puerto, no sabe qué es un día de toros”.
Y para rematar su dicho, el torero invitó al político para que el 3 de septiembre (recuerden que era agosto), fuera al Puerto de Santa María (sur de España), a presenciar la corrida donde actuaría el esteta de seda y oro; “er” político fue al puerto y se quedó “pasmao”, primero, porque Joselito “Er Gallo”, autor de la frase en San Sebastián, tuvo una tarde soberbia y segundo, porque comprobó plenamente que lo dicho por “er” sevillano, era “verdá”. Vale. (Juárez Hoy)