Daniel Valles.– El Covid-19 o Coronavirus ha traído un confinamiento obligado para la gran mayoría de las personas en el planeta. En México también.
Se estima que al menos un 50% de la población sí está en una cuarentena casi total. Es decir, que salen de casa únicamente para lo más indispensable: Comprar alimentos y medicinas, pagar servicios, ir al banco, etc. Nada de convivencia social.
Entre un 15 y 25% son trabajadores o empleados considerados esenciales, son los que sí están laborando normalmente con las medidas de protección adecuadas. Lo que es siempre muy incierto. El porcentaje restante pudiera estar entre empleados que van un par de días a su trabajo y continúan en casa. Es algo también incierto.
En México estamos en la etapa que en el país se llama: “Susana Distancia”, la que inició el 20 de marzo pasado. Sabemos que ésta se ha alargado hasta el último de mayo. En algunas ciudades podría ser hasta mediados del mismo mes. La autoridad indicará en su momento.
El confinamiento ha provocado diversas situaciones. Unas positivas y otras negativas. Y estas últimas son las que más se notan porque tienen que ver con situaciones por demás desagradables.
La violencia doméstica y una posible corrupción en las compras de insumos. Se trata de atender lo primero, se investiga lo segundo.
Cuando se habla o se trata el tema de la violencia doméstica, de antemano sé que lo que se reporta está sesgado ideológicamente. ¿Por qué? Eso será motivo de otra entrega. Sé que tiene que ver con un sesgo premeditado y una falta de datos duros en cuanto a la violencia que sufren los hombres en el hogar.
La violencia dentro del hogar ya venía en aumento antes de la pandemia. El Inegi reportó que al 21 de noviembre pasado, en nuestro país, 66% de mujeres (30.7 millones) había enfrentado algún tipo de violencia en su vida, por lo que este fenómeno ya existía antes de la pandemia. Sin embargo, el problema se agudizó por la pandemia y aumentaron otros delitos como los abusos sexuales dentro del hogar.
En una videoconferencia denominada “Violencia, Seguridad y Derechos Humanos ante el Covid-19 en México, organizada por Causa en Común, Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México, señaló que la violencia en los hogares se agudizó por el confinamiento, la falta de empleo y despidos laborales, lo cual no solo produce violencia contra niñas, niños y adolescentes, sino también enfermedades mentales y el incremento de los suicidios”.
Como es evidente, los problemas colaterales o adicionales a la pandemia se han incrementado y se agudizarán conforme transcurra el tiempo. De igual forma el sacar ventaja de la misma, lo que es una forma de corrupción.
Los motivos son aparentemente obvios y muy difíciles de evitar y más de combatir. Se han estado gestando desde hace mucho tiempo. Han estado latentes en el seno familiar, en el interior de las personas. La crisis de salud los ha sacado y expuesto.
El estrés en los cónyuges crece y se está acumulando por el confinamiento familiar con los hijos. Las causas son varias. No solo por estar viéndose las caras 24 horas, como algunas personas jocosamente lo señalan, sino más bien, por la incertidumbre de lo que vendría en los siguientes meses. Se habla de que ya se han perdido casi 300 mil empleos.
El ser humano genera en su mente escenarios imaginarios que le provocan estrés, angustia, depresión. Más, si no tiene empleo y sí cuentas por pagar.
¿Cuántos hogares en los que se vive al día están ya con un mes de atraso? Muchos. ¿Cómo estarán en mayo? No lo saben. Eso provoca que suba la tensión. El escenario está listo para que surja un conflicto mayúsculo al menor roce entre cónyuges.
Y son los problemas familiares los que causan más estrés, porque la familia es el factor más importante de nuestra vida. Los índices de violencia familiar que han aumentado, solo han señalado un problema grave que ya existía.
Las instituciones de la sociedad que se han abocado a tratar de ayudar a la familia no han podido solucionar. El único interés ha sido el de proveer de herramientas y recursos que ayuden a la familia en el aspecto emocional, moral, físico, espiritual de las personas. El progreso es magro.
La pandemia del Covid-19 ha provocado el aumento de la violencia, sí, pero por otro lado, está sacando lo mejor que se tiene en las familias.
Son cientos los casos en el país en que la solidaridad y el apoyo a quienes lo necesitan se han hecho notar. Se han organizado grupos que donan despensas para ser llevadas a familias que lo requieren.
Vemos a las comunidades de fe, a las iglesias, organizarse juntamente con los gobiernos locales, estatales y federales, para coordinadamente realizar una actividad vital para estos momentos.
El contar con una despensa en casa, seguro mitigará el estrés y relajará la presión existente en los hogares al saber que tienen con qué hacer frente a la inmediatez de la situación que viven al interior de la familia. Algo menos en qué preocuparse.
Familias que ayudan a familias. Como siempre ha sido. Y es que históricamente el sentido de Familia y comunidad provocó en los primeros siglos de esta era una confraternidad maravillosa.
Era de tal importancia, fuerza y forma, que entre los creyentes de los primeros tres o cuatro siglos -no la Iglesia organizada-, la “red” de asistencia social de los cristianos era ya la tercera fuerza en influencia social en todo el Imperio Romano.
Y esto mismo es lo que brota de igual forma en estos momentos de angustia. Vemos cómo se recobran principios y valores como la solidaridad, la compasión, la empatía, la misericordia y otros más.
Entonces, no todo es malo o ruin en esta crisis. Seguro existe lo malo y adverso. Pero por otro lado, también se nota una poderosa luz que crece como la aurora. Hasta que el día es perfecto. Que auxilia, ayuda, asiste y que se solidariza con el prójimo. Que avanza sin tranza.