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Reniegan de la política los senadores de Morena

Alejandro Zapata Perogordo.- Lo acontecido la madrugada del sábado 28 de abril pasado no tiene precedente alguno. La conducta de los senadores de Morena y sus aliados fue abominable, quizás comparable con el asesinato de Belisario Domínguez, para evitar que siguiera haciendo uso de su libertad de expresión ante la ignominia de Victoriano Huerta, solamente así se puede explicar el sesionar en lo oscurito en un patio trasero rehuyendo al debate.

Previo a la reunión, fueron convocados por el titular del Poder Ejecutivo, asistiendo a Palacio Nacional. Es por demás una verdad de Perogrullo, en esa junta les impusieron línea, pues más tardaron en salir que en obedecer al líder supremo; había que sacar a como dé lugar las veinte reformas legislativas, estuviesen o no de acuerdo, la orden no estaba sujeta a discusión: todos, sin excepción, debían acatarla y, así lo hicieron.

Nadie, ninguno de ellos, puso objeción alguna, incluyendo a Monreal con todo y su doctorado en Derecho Constitucional, quienes se rompían las vestiduras con la bandera de la división de poderes, el respeto a las minorías y el parlamento abierto, ahora se agacharon, se vieron indignamente sumisos y levantaron la mano en señal de subordinación.

En realidad, cometieron una serie de faltas procedimentales, dando pie para que el asunto sea ventilado -otro más- ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, único Poder que subsiste con independencia y autonomía, pese a los embates que el Ejecutivo cotidianamente les propina.

Por lo visto anticiparon que la oposición iría en contra de esos bodrios legislativos y no estaban de acuerdo en permitir que dieran sus puntos de vista, la consigna -como siempre-, era que no le movieran ni una coma, es decir, declinaron la opción de la política, la que se construye con el diálogo y el debate, de escuchar ideas y controvertir posicionamientos, de convencer con razones y argumentos, prácticamente renunciaron a defender los principios de una república con división de poderes, permutándola por la línea.

Tampoco podemos acusarlos de ingenuos, saben perfectamente que violaron dolosamente las formas legislativas, han conocido algunos precedentes de la H. Suprema Corte de Justicia al respecto, aunado a que forzaron un quorum inexistente, pues no contaban con el número suficiente de senadores.

Las imposiciones nunca conducen a nada bueno, menos aun si desde las altas esferas del poder se ordena en aras de obtener a costa de lo que sea, inclusive pisoteando el pacto social, la aprobación de ordenamientos jurídicos de corte faccioso, pues lo único que ocasiona es un fuerte sentimiento de frustración e impotencia que con el tiempo va creciendo.

Le va a corresponder a la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación poner orden, recomponer el Estado de Derecho, recobrar la armonía y la concordia ciudadana aplicando con justicia los principios, formas y valores contenidos en la Constitución.

Se han roto las más elementales reglas de la política, han confundido gobernar cumpliendo la ley, con un régimen absolutista cuyo monarca se encuentra rodeado de lacayos incondicionales y obedientes.