Raúl Ruiz.- El Partido Acción Nacional ha decidido relanzarse. Sí, como quien se lanza al vacío con la esperanza de que el paracaídas no sea una servilleta.
Jorge Romero Herrera, su flamante dirigente nacional, anunció en septiembre de 2025 que el PAN se transformará en un “vehículo de ciudadanía para la ciudadanía”. Lo que no dijo es si ese vehículo tiene motor, llantas o siquiera dirección.
La estrategia es ambiciosa: abrirse a perfiles externos, jóvenes sin militancia y hasta cambiar el logotipo. ¿Será un nuevo escudo? ¿Un águila sin pico? ¿Una familia abrazada por la libertad mientras el bien común les sirve café?
Lo cierto es que el PAN quiere dejar de parecer un club de golf ideológico y convertirse en un Uber político: accesible, moderno, pero con tarifa dinámica, según el prestigio del candidato.
De la Sangre Azul al Azul Aguado
Romero promete que el relanzamiento no será cosmético, sino “sustancial”, lo cual es curioso, porque el PAN lleva años maquillándose con base de “oposición elegante” y rimel de “denuncia sin grosería”.
Ahora quieren una “nueva frecuencia propositiva”, como si fueran una estación de radio que dejó de transmitir rancheras para poner reguetón institucional.
La idea de abrirse a ciudadanos sin militancia suena bien, hasta que uno recuerda que el PAN históricamente ha sido más cerrado que confesionario en Semana Santa.
¿De verdad van a permitir que un joven sin pedigrí panista encabece una candidatura? ¿O será como esos castings donde ya se sabe quién va a ganar, pero igual hacen audiciones para la foto?
Refundación o funeral
La Asamblea Nacional del 29 de noviembre será el clímax de esta ópera azul. Allí se aprobarán reformas estatutarias, se discutirá el nuevo logotipo y quizá se reparta el pan (sin levadura) entre los asistentes.
Pero más allá del decorado, el PAN enfrenta un dilema ontológico: ¿puede refundarse sin reconocer que lleva años extraviado en el laberinto de su propia arrogancia?
Desde que AMLO ganó en 2018, el PAN entró en una fase de negación tan profunda que ni Freud podría sacarlos con diván y martillo. Para ellos, México vive una dictadura tropical, donde el desabasto es endémico, la desigualdad galopa y la crisis extrema es el desayuno nacional.
Pero cuando 36 millones votan por Claudia Sheinbaum, el PAN no se pregunta qué hizo mal, sino qué tan manipulada estuvo la perrada. Es el síndrome del ex que cree que su pareja lo dejó por brujería.
Estrategia: Cuatro ejes y ningún volante
Romero presentó cuatro ejes de transformación. Suenan bien en PowerPoint, pero en la realidad política mexicana son como un GPS sin señal:
1. Apertura a candidaturas ciudadanas: Primarias abiertas, sin militancia. ¿Y si gana un exmorenista con más carisma que doctrina? ¿Lo aceptarán o lo acusarán de infiltrado?
2. Bienvenida a candidatos externos: Se medirá la competitividad en encuestas y “posicionamiento callejero”. ¿Eso incluye TikTok y número de selfies con perritos?
3. Cambio de chip: De Oposición a Propositivo: Propuestas concretas en salud, seguridad y economía familiar. ¿Y si la propuesta concreta es reconocer que Morena ha hecho cosas bien? ¿Se les funde el chip?
4. Reconciliación y Alianza con la Gente: Sinergia con clases medias y jóvenes. ¿Y si la gente no quiere reconciliarse con un partido que los ignoró durante décadas?
El PAN y la Ciencia de la Prospectiva
La Prospectiva, esa disciplina que estudia futuros posibles, indica que el PAN tendría que despojarse de un trastorno: el de superioridad moral sin resultados. Y de una ontología desquiciadora: la idea de que el pueblo se equivoca cuando no vota por ellos.
Si no lo hacen, dice doña Prospectiva, su destino será la extinción. No por persecución, sino por irrelevancia.
Mientras Morena trabajó doce años en organización y movilización, el PAN se dedicó a redactar comunicados y a tuitear indignación. Los morenos construyeron estructuras, los azules escribieron malos discursos, señalamientos falsos.
Y ahora, cuando el país los mira como una fuerza decorativa, quieren refundarse, como quien llega tarde a la fiesta y exige que le pongan su canción.
¿Refundación o Repetición?
Los críticos internos, como Damián Zepeda, insisten en que la apertura debe ser real y que el PAN debe romper con el PRI, pero eso sería como pedirle a un adicto que deje el azúcar mientras desayuna conchas.
La alianza con el PRI fue una fórmula perdedora, pero el PAN aún no decide si quiere ser oposición u ornamento.
En redes como X, el relanzamiento ha generado debate. Algunos lo ven como el inicio de una nueva era, otros como el último intento antes del colapso.
Lo cierto es que el PAN necesita más que una lavada de cara: requiere cirugía reconstructiva, terapia intensiva y quizá un exorcismo político.
El PAN en CJTOWN
Si el PAN quiere sobrevivir, debería visitar CJTOWN, este laboratorio simbólico donde la ética se mezcla con la jocosidad. Aquí podría aprender que la política no es solo denuncia, sino propuesta; no solo elegancia, sino eficacia.
Que la ciudadanía no se conquista con eslóganes, sino con presencia real en el territorio, pero para eso, tendría que dejar de deambular sin criterio, aceptar que el país no está en ruinas y entender que el pueblo no vota por rabieta, sino por esperanza. Y que esa esperanza, hoy por hoy, no la representa el PAN.
Porque mientras ellos se relanzan, el pueblo ya se lanzó… pero hacia otro lado.
Por lo pronto, la presidenta convoca a la perrada al zócalo capitalino para mostrar el músculo político. El mensaje a la nación, por el primer año de su gobierno.
La transformación avanza. Un buen pretexto para el arranque rumbo al 27, con las alforjas llenas.