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Reflexiones para confundir

Dr. Arturo Castro.- La política como actividad esencial del poder parece que ha extraviado el rumbo de origen y aún más de destino. Tal ciencia pierde su valor ante el barbarismo y populismo del quehacer de los protagonistas de hoy que saben lo que quieren sin pensar porqué.

México ha sido un país que ha navegado con un sistema democrático dirigido desde élites permanentes y pasajeras, de aquellos 77 años de gobiernos priistas, 12 años del Partido Acción Nacional además de 4 y pico de Morena se pueden decir muchas cosas, más de las que se pueda imaginar ese pueblo o sociedad actual.

La Revolución Mexicana fue la base para la creación de instituciones en los más diversos ámbitos que van desde la atención a la juventud, a las mujeres, a la transparencia y a la realización de elecciones confiables.

Durante las distintas gestiones gubernamentales las causas originales del enfrentamiento sociedad-gobierno fueron cambiando y con ello legitimando la relación hasta convertirla en respeto mutuo y posteriormente en adoración al poder sustentada en la palabra y el reparto de bienes al pueblo que sin entender solo cobra sus depósitos oportunamente.

A nadie le dan pan que llore. La política siempre ha intentado comprar conciencias, a veces con éxito y otras tantas no. A todos los presidentes en turno se les había admirado, hasta que llegó un ranchero mal encarado, ex ejecutivo de la Coca Cola y enojado con la historia que enjuició y denostó.

Vicente Fox convirtió el presidencialismo en algo simple, jugando a llevar el estandarte de la virgen de Guadalupe en campaña, emulando a Miguel Hidalgo, a decirles a las mujeres lavadoras de dos patas y a realizar bazares en el Castillo de Chapultepec con ropa usada de su esposa.

Le siguió un presidente luchador político de toda la vida, que solo atino a desatar una violencia generalizada en todo el país bajo el argumento de la lucha antidrogas que enlutó a cientos de miles de hogares. Esas dos administraciones panistas iniciaron el declive de la imagen presidencial.

La vuelta a un gobierno llamado de la Revolución Mexicana no alcanzó a transformar los anteriores años de política vaga; el nuevo presidente tenía poder en base al nombramiento que no legitimaba con acciones, dirigiendo al país desde su vida pública y privada que le alcanzó a encarar algo llamado La Estafa Maestra, convertida en la punta del iceberg de la corrupción cotidiana de siempre.

Tal situación permitió a un político lleno de frustraciones por no haber alcanzado objetivos en su vida tales como el gobierno de Tabasco y Palacio Nacional en dos ocasiones, llegar al triunfo electoral y convertirse en el nuevo presidente para gobernar unilateralmente como aquellos que lo hicieron con una locura dictatorial en otras partes del mundo.

El político de hoy es un transformer partidista, militante de varias organizaciones en la búsqueda de la verdad y nada más que la verdad para que el ejercicio del poder se convierta en otro tiempo igual al de la búsqueda del mismo, cuéntense como siglos o décadas, da igual.

El presidencialismo se ha convertido en un hazmerreir popular y clasista. El respeto se pierde cuando no se establecen políticas públicas claras, cuando se crean y desaparecen oficinas especiales, cuando se coopta la grilla que corresponde a los partidos políticos, cuando se rifan aviones sin avión y se venden aviones denostados con presunción.

La sociedad ha creado igualmente una imagen gubernamental en base al político y no a la institución, llega a los tres poderes de la Unión, van de una Guardia Nacional compuesta de elementos militares con dirección civil, del plagio de todos conocido en el Poder Judicial y de la prostitución expuesta de una diputada que originalmente era del sexo masculino.

La reflexión busca promover el mismo ejercicio en el lector, no se trata de buscar cura al espanto, de ser negativo por vocación, lo que se busca a través de la palabra escrita es contrarrestar la palabra hablada que solamente busca la dominación social a través de establecer temas que van de lo serio a lo locuaz.

La política se desarrolla en un ambiente abierto que la sociedad acepta como una expresión de libertad, no así algunos políticos que solo buscan el bienestar personal en base a sus propuestas y si no las hay, venderse para estar en el presupuesto y no vivir en el error.

El estudio del poder aleja muchas dudas y no permite el que todo mundo tenga historias que contar como verdades de los actos y decisiones de los políticos, la historia ofrece un juicio posterior que evalúa su desempeño y con ello su lugar.

Estas palabras buscan conjugar con otras tantas más, se trata de pensar y de tener en cuenta los principios éticos fundamentales de comportamiento público basados en la aspiración de tener una mejor sociedad y por ende un mejor y gran país.