Jorge Quintana.- A partir de las experiencias vividas durante el tiempo de la pandemia, debemos prepararnos para enfrentar los retos de retomar con precaución la cotidianidad.
Pues hemos perdido la capacidad de asombro que nos alertaba al presentarse situaciones que alteraban nuestra realidad; por lo tanto, dejamos poco a poco, que las circunstancias dominaran nuestra vida y dejamos para después la posibilidad de reconstituir la vida social, la paz y los esfuerzos personales se diluyeron en la niebla que oscureció la sociedad.
Es hora de volver a la vida humanista, a las lecturas constructivas, a las relaciones de amistad, a la vida familiar plena, pero, sobre todo, a crear mejores escenarios de convivencia, de armonía.
Dejemos que los responsables de la seguridad, de las políticas públicas, del bien público, trabajen con y por todos, que respondan con eficiencia a su encargo y entreguen cuentas claras, que demuestren su capacidad y su vocación de servicio.
Nosotros debemos colaborar con lo que nos corresponde y emplear el mejor de nuestros esfuerzos para lograr una mejor sociedad.
Para eso necesitamos que los valores fundamentales sean el fin de todos, el principal objetivo de vida diaria, que la templanza, la fortaleza, la libertad y la tolerancia sean la principal herramienta de la vida comunitaria y personal.
Dejemos en el olvido las cuestiones egoístas que complican nuestras relaciones, hagamos que las mejores cosas sucedan para bien de todos. Encontremos en las pequeñas oportunidades de asombro la razón de estar contentos, de sonreír con los pequeños detalles, porque estos son el tejido de la felicidad.
Nuestra única responsabilidad es ser felices para poder hacer felices a los demás, a nuestros cariños más cercanos, a aquellos a quienes verdaderamente importamos y quitémosle importancia a aquello que solo nos lástima, porque al final del día, solo contaremos con nosotros mismos y con quienes hemos construido la vida, la familia y los amigos.
Démosle oportunidad a la sociedad de recuperarse, de encontrar la verdadera razón de ser el escenario en que se desenvuelve la humanidad.
Debemos admitir que nos hemos equivocado en muchas elecciones al querer resolver la realidad de nuestra comunidad y recordemos aquellas veces que hemos atinado, para recuperar la experiencia de una sociedad justa y equitativa.
La tarea es enorme en su complejidad, pero para eso estamos hechos los seres humanos, para responder a los retos y salir airosos de las situaciones difíciles, de otra manera, seguiremos condenados a repetir errores y negaremos el derecho de nuestra descendencia a ser felices.