Alejandro Cortés González-Báez.- Ha llegado el momento de despedirte agradeciéndote todos los momentos, es decir todas “las oportunidades” que me brindaste durante tu estadía entre nosotros. Como siempre ha sucedido a lo largo del paso de tus compañeros los años anteriores, cada uno de los humanos hemos aprovechado nuestro tiempo para hacer cosas valiosas que nos enriquecen, o para desperdiciar esos espacios ocupándonos en diversiones que no nos dejan nada de provecho.
Soy consciente de que no es culpa de ustedes, los años, sino del uso de nuestra libertad. Hoy podemos ver muchos videos en nuestros teléfonos y computadoras, en los cuales aparecen personas haciendo trabajos muy variados con una habilidad y rapidez asombrosas; de forma que podemos descubrir que en pocos minutos se puede hacer mucho más de lo que pensábamos.
Es cierto que esta vida no debemos utilizarla para vivir con la angustia propia de la prisa, pero indudablemente estos ejemplos nos pueden servir para hacer un examen de conciencia sobre la forma en que aprovechamos las 24 horas de cada día. Muchos de nosotros somos personas ya mayores, los cuales nos asombramos de lo rápido que se nos va la vida. Pienso que sería provechoso hacer un balance y descubrir con cierta tristeza, quizás, que hemos desperdiciado gran parte de nuestra vida, es decir de nuestra única e irrepetible existencia.
En uno de esos encantadores relatos de don Camilo y su parroquia el autor dice: Es curioso que la gente de la ciudad siempre anda corriendo tratando de ganar unos minutos, sin darse cuenta de que están desperdiciando toda su vida. Nuestro paso por la Tierra, para quienes tenemos fe en Dios, no debería ser una búsqueda de satisfactores que nos permitan disfrutar tantas maravillas de este mundo, sino para poder seguir el ejemplo de aquel que se hizo hombre -sin dejar de ser Dios- dejándonos claro que no había venido a ser servido sino a servir.
Con frecuencia nos sucede que sabemos lo que deberíamos hacer para mejorar, pero el problema no está en ignorar cuál debería ser nuestra conducta, sino que no estamos dispuestos a esforzarnos por llevar a cabo nuestros propósitos.
Muy distinto, por lo tanto, entender qué es lo que debo hacer, y qué lo que estoy dispuesto hacer, pues los fumadores saben que les conviene dejar el cigarro, y los diabéticos que no deben comer muchas cosas, pero no siempre están dispuestos a someterse a lo que ello exige.
Por todo esto llegamos a la conclusión de la importancia de educar y fortalecer la voluntad, de manera semejante al ejercicio de los músculos, es decir, a base de repetir muchas veces pequeños ejercicios.
El año 2023 promete traernos muchas sorpresas, y no todas agradables, por eso mismo nos conviene tener una voluntad más fuerte.