Daniel Valles.- Ángel Verdugo, es un colega, comentarista y gran amigo con el que, desde hace algunos años, llego a pasar tiempo en charlas sobre diversos tópicos. Políticos, la mayor de las veces. Con el que durante la pandemia nos atrevimos a experimentar con charlas de opinión “en línea” que hoy, para él y para otros que comentan, se han vuelto casi objetos de primera necesidad informativa a realizar.
A Ángel tengo tiempo que al escucharle en su “Mañanera”, se hace preguntas que tienen que ver con el comportamiento de los mexicanos que no logra entender. Dice mi amigo cosas como: “¿Por qué dejamos que lleguen estas personas a posiciones de gobierno, cuando no saben la O, por lo redondo?” “¿Por qué nos pasan estas cosas a los mexicanos?” “¿Por qué somos así?”
Hace un par de días que veía su programa en vivo, me atreví a decirle sobre mi hipótesis de por qué nos pasan esas cosas a los mexicanos. Y le hice la siguiente pregunta de inicio: ¿Ángel, qué clase de país somos? Y añadí el comentario: “somos un país acostumbrado al: por algo pasan las cosas”, si algo no tan bueno o de plano malo nos llega a suceder.
El axioma anterior habrá de ser suficiente para que la persona que sufrió lo que fuere o no obtuvo esto o aquello, quede reconfortada con la proverbial frase. Y quien la expresó aparezca como el “gurú” del momento.
Las cosas pasan por algo, claro. Todo pasa por algo. A todo cargo le corresponde un abono. La ley del Karma, etc.
Yo digo que muchas veces las cosas nos pasan por estúpidos.
Antes de continuar debo comentar que, hay –al menos– dos tipos de estupidez. Y puede haber más. Me referiré sólo a dos en esta entrega, con especial interés en una.
La primera –a la que no me refiero– es la que la RAE define como: “una falta de inteligencia, entendimiento, razón o ingenio, con una incapacidad para aprender. La que puede ser innata, asumida o reactivad”. Entonces, el ser estúpido es igual a ser tonto, descerebrado, lerdo.
Esta clase de estupidez es la que la gran mayoría de nosotros conocemos y no queremos que nos identifiquen con ella. A nadie nos gusta que nos llamen estúpidos.
En esta entrega a ella no me referiré porque no deseo molestar o insultar a cualquiera que pudiera leer el presente artículo de opinión, sino sólo llamar la atención y describir lo que creo que en México nos ha sucedido en los últimos años y señalar el tipo de país que somos.
El tipo de estupidez al que refiero es una forma que fue señalada por Dietrich Bonhoeffer, (1906-1945, Alemania). Quien se opuso a Hitler durante los años de la Segunda Guerra Mundial y definió en un ensayo los rasgos de este tipo de estupidez.
Bonhoeffer la muestra no como un defecto innato ni una limitación del entendimiento natural de una persona. Más bien, en determinadas circunstancias, afirma que las personas se vuelven estúpidas.
La estupidez, dice Bonhoefer, “es un enemigo más peligroso del bien que la maldad. Contra el mal, uno puede protestar; puede ser expuesto y, en caso necesario, se le puede impedir con el uso de la fuerza. El mal siempre lleva en sí mismo el germen de su propia autodestrucción, ya que al menos deja un rastro de inquietud en las conciencias humanas. Sin embargo, contra la estupidez no hay defensa”.
ּ¿Cómo llega un persona a hacerse estúpida?
No es sencillo porque no hay alguien que pretenda conscientemente hacerlo. Entonces, se van tornando así de manera pausada. Les toma tiempo el dejar de pensar de manera crítica. Es decir, sin cuestionar la procedencia de la información o de los bienes que reciben.
Es una de las razones por las cuales las llamadas “Fake News” o noticias falsas tienen tanto éxito y se propagan tan rápido. Nadie las cuestiona. La gente no las analiza. No toma en cuenta la procedencia de ellas, menos la fuente. Se aceptan como ciertas. Y en realidad son “otros datos” y ya.
Esto es grave porque la gente toma decisiones con fundamento en tales comentarios o informaciones. Basan su vida en ello y ya sabemos que todas las decisiones tienen consecuencias.
En su brillante ensayo escrito entre 1943 y 1944, mientras estuvo preso en una prisión nazi, Dietrich Bonhoeffen explica el cómo y por qué la gente se vuelve estúpida. Dice: “la gente que vive aislada, con autonomía intelectual, es menos propensa a volverse estúpida. En cambio, quienes se han visto sometidos por una corriente ideológica o política, quienes han perdido su independencia de pensamiento en favor de la multitud, se vuelven estúpidos con facilidad (Cursivas mías).
Queda claro para Bonheffer que esta estupidez intelectual es consecuencia de un sometimiento ideológico o político, el que es ejercido por entes con intenciones de lograr manipular a las masas y para ello han de someterles con base en una dotación de información que digieran sin cuestionar. Que la acepten y ya. Les adoctrinan para manipularles con sus “otros datos”.
Lo que provoca que la persona, que la masa, sienta que en verdad sus problemas se están resolviendo por su líder o “mesías”, cuando la realidad sea bien diferente. Lo que no alcanzan a ver.
Nadie cuestiona. Y quienes sí lo hacen son derrotados fácilmente por la masa manipulada. Entonces, la oposición en realidad no cuenta. No hay tal oposición. Menos si éstos, los opositores, desconocen a lo que se enfrentan. A una masa de personas incapaces de tener un pensamiento crítico.
Una manera actual de decirlo o de presentar lo que sucede en México es decir que la masa ha sido dominada y vive en el mundo de los “otros datos”, los que se han estado recibiendo, los que han dominado el espectro electoral nacional, los que han “mareado” a la gente que lo único que le interesa es que llegue su ayuda cada mes. Lo demás, si se va al carajo, no importa.
Así se vino abajo la Alemania de Bonhoeffer. Que es lo que para México ve venir mi amigo Ángel Verdugo. Ahí pues, querido Ángel, El Meollo del Asunto.
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