Diputado Omar Bazán Flores.- Acceso a mecanismos educativos que permitan a los padres, tutores o personas a cargo de menores identificar cambios de conducta y señales de alerta del consumo de drogas y brindarles apoyos, forma parte de una iniciativa ante el pleno del Congreso.
Esta modificación pretende una reforma a la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Las adicciones generan consecuencias físicas y mentales, pero mayormente los padres, tutores o cuidadores pasan por alto, volviéndose un círculo vicioso y sin salida.
La educación debe contemplar educación sobre las señales advertencia, comunicación abierta y señales de comportamiento.
Adicionalmente, acompañadas estas políticas por fomento a actividades familiares, establecimiento de límites, educación preventiva y acceso a atención especializada.
Al tomar medidas proactivas y consistentes en estas áreas, los padres, tutores y cuidadores pueden aumentar sus habilidades para identificar y abordar los problemas de adicciones en niños y adolescentes de manera oportuna y efectiva.
Esto no solo puede ayudar a prevenir complicaciones futuras, sino que también puede promover relaciones familiares más fuertes y saludables, así como un desarrollo positivo en el niño o adolescente afectado.
En última instancia, la detección temprana y la intervención adecuada son fundamentales para ayudar a los jóvenes a superar los desafíos relacionados con las adicciones y salvar vidas.
No solo han aumentado el consumo y los problemas de salud mental, también lo hicieron la violencia, abusos y demás acciones que van en contra de la integridad de las personas.
El 43% de adolescentes vivieron algún tipo de violencia en sus casas (psicológica, física o sexual), según datos brindados por Population Council México.
Para fomentar acciones que permitan a los padres, tutores o cuidadores detectar problemas de adicciones en niños y adolescentes, es importante implementar una variedad de estrategias.
Algunas de estas acciones podrían incluir:
Educación y sensibilización: Proporcionar información detallada sobre los signos y síntomas de diferentes tipos de adicciones, así como sobre los factores de riesgo asociados. Esto podría realizarse a través de talleres, charlas informativas o material educativo.
Comunicación abierta: Fomentar un entorno en el que los niños y adolescentes se sientan cómodos para hablar sobre sus preocupaciones y experiencias sin temor a ser juzgados. Esto implica establecer una comunicación abierta y honesta desde una edad temprana.
Observación activa: Capacitar a los padres y cuidadores para que estén atentos a los cambios en el comportamiento, el estado de ánimo y el rendimiento académico de los niños y adolescentes, ya que estos pueden ser indicadores de problemas de adicción.
Promoción de estilos de vida saludables: Enseñar y fomentar hábitos de vida saludables desde una edad temprana, como la práctica regular de ejercicio físico, una alimentación balanceada, la gestión del estrés y el tiempo de calidad en familia.
Participación activa en la vida del niño o adolescente: Involucrarse en las actividades y relaciones sociales de los niños y adolescentes puede proporcionar a los padres y cuidadores una mejor comprensión de su entorno y facilitar la detección temprana de problemas de adicción.
Acceso a recursos y apoyo: Proporcionar información sobre los recursos disponibles, como líneas telefónicas de ayuda, centros de tratamiento y grupos de apoyo para padres y familias afectadas por problemas de adicción.
Modelado de comportamientos saludables: Los padres y cuidadores deben ser modelos a seguir en términos de comportamientos saludables y el manejo adecuado del estrés.
En los últimos 24 años, la potencia de la marihuana se multiplicó por cuatro y cada vez menos adolescentes perciben su consumo como perjudicial (el porcentaje de adolescentes que perciben el consumo del cannabis como perjudicial ha disminuido un 40%), datos preocupantes que encienden las alarmas en todo el mundo.
En México, en el periodo de pandemia, el consumo de drogas duras en adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años, aumentó un 15%; por otro lado, el consumo de marihuana subió un 17% y el de alcohol, un 14%.
Segregando por grupo etario se vuelve más alarmante, ya que los adolescentes de entre 15 y 17 años, han aumentado más el consumo de drogas duras que jóvenes adultos.
Habitualmente se dice que los problemas económicos y la falta de trabajo aumenta el distrés psicológico, esto lleva a que se incrementen las posibilidades de que el individuo esté más cerca de consumir alcohol o drogas legales e ilegales, aunque teniendo al segregar por quintil económico, o sea, por nivel de ingresos de la población joven mexicana.