Dr. Arturo Castro.- La política está llena de altibajos, se vive desde adentro y desde afuera, es el ejercicio de la búsqueda de poder a través de organizaciones establecidas para tal efecto y en donde últimamente ha sido sobornada por la soberbia y el autoritarismo.
Los partidos políticos hoy al parecer tienen dueños, los dirigentes se eternizan en la dirección de los mismos por sí mismos o por terceros que obedecen el dictado, los ejemplos abundan y algunos tienen el aval de los máximos tribunales del país.
Que, a decir de ellos, no se pueden meter en la normatividad de los partidos políticos ya que su autonomía se define a través de sus estatutos, toda una calamidad que la democracia enfrenta en virtud de las élites militantes que la convierten en autocracia.
El poder es para poder decía reiteradamente el exgobernador de Chihuahua, César Duarte; otros personajes no lo dicen pero lo practican sin el más mínimo recato, qué pensar de lo que se vive en la esfera federal, donde no se cambian comas, ni se participa, sólo se levanta la mano como en aquellos viejos tiempos de dominio institucionalizado por la Revolución Mexicana.
De la aplicación del poder emerge la corrupción como un acto sustantivo que aplaca cualquier intención de claridad en la toma de decisiones públicas, regularmente el político no la busca, se la encuentra en el camino de aquellos que se quieren ver favorecidos por alguna entidad pública vía permisos, capacitaciones o construcciones.
La vida política exige transparencia para que la sociedad emita una verdadera opinión sobre la cosa pública, que va de la aceptación al rechazo en el ámbito informal y formal, que es cuando se toman decisiones electorales en los escenarios sucesorios.
La sociedad se siente frustrada ante la realidad existente, la política es autoritaria, monógama, de criterios generales que parecen particulares, se hace y deshace fácilmente una ley o una institución que, recordando el pasado reciente, fueron mandadas al diablo por un político que trabaja en el Gobierno Federal como jefe de toda una burocracia.
El ejercicio del poder debe controlar los impulsos infieles que conducen a la corrupción y no abrazarla a través de disposiciones legislativas que tienden a desaparecer los candados establecidos para tal efecto.
Digamos la función que tiene el Instituto Nacional de Transparencia de buscar que la legalidad siempre esté presente, para el gobierno de hoy es una oficina inútil, aunque represente un freno de enriquecimiento ilícito para muchos servidores públicos.
Las lenguas de doble filo hablan de que no sirvió en el caso de Genaro García Luna; aunque no lo dicen, tampoco funcionó en el tema de la casa blanca, mucho menos en la caída de un tramo de la línea 12 del metro capitalino.
Son casos específicos como el de Segalmex, el del manejo del petróleo y la infinidad de casos de huachicol, qué decir del dinero tirado a la basura del aeropuerto de Texcoco y de ese avión presidencial tan mentado que se vendió y la propia deuda ni alcanzó a pagarse, Banobras ofrecerá mayor detalle.
Corrupción es robar y no hacer correctamente cualquier función pública, dícese de aquellos que cobran sin trabajar, mucho menos ofrecer resultados que van en beneficio de algo o de alguien, la burocracia es inmensa y los controles están muy relajados porque se habla de un nuevo estado de las cosas en donde todo lo malo es cosa del pasado.
Hoy no existe corrupción, se dice a pesar de los ejemplos expuestos anteriormente. Es una mentira que se maneja como verdad ante una sociedad cansada de promesas incumplidas y de violación a las leyes.
Hoy el debate está en todos lados con todos los temas posibles, todos creen que saben y la opinión pública se ha convertido en jurado popular, enjuiciando acciones y protagonistas sin base alguna, aunque tomando parte de ellos a través del poder de la desinformación que sólo conduce a la confusión y al caos.
La mentira política incide en la sociedad porque representa una verdad con fines de lucro, si los políticos hoy no roban porque se les permite falsear escenarios y resultados. Verdaderamente se tiene una sociedad pasiva que se cree activa, una sociedad inconforme que se cree conforme, que porque se le dice que es feliz, lo cree sin chistar.
El poder actual se dice diferente, lo es porque miente repetidamente para conseguir el apoyo público, se corrompe a través de ofrecer estímulos universales a jóvenes y viejos, entre otros, motivando la aceptación en las encuestas y por ende en los procesos electorales.
Antes era imperdonable la compra de votos, hoy no existe tal acción porque se compra la voluntad a través de mentiras como este presente que está mejor que nunca. La violencia es parte de una realidad imaginaria, la migración es un problema de los países expulsores y del destino que se busca.
Poder, corrupción y mentiras son tres elementos de la política de siempre y hoy, es parte de ese siempre.