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Pemex y la inversión productiva

Rafael Espino.- Este 2025 será un año decisivo para la reinventada empresa pública Petróleos Mexicanos (Pemex) y más ampliamente para el sector energético nacional.

Si bien Pemex registró en el primer trimestre de 2025 una producción diaria promedio de 1 millón 615 mil barriles diarios, contando los condensados, lo que pareciere sugerir estabilidad operativa y un resultado cercano a la meta establecida en el Plan Energético Nacional de 1 millón 800 mil barriles diarios, en opinión de varios expertos en la materia, esto es una condición transitoria, sostenida por intervenciones en campos maduros con declinación avanzada.

Es decir, no es resultado de una expansión estructural, ni de la incorporación a la plataforma productiva de nuevas explotaciones con viabilidad económica. Los datos muestran una caída interanual del 11.3% en la producción de crudo respecto al primer trimestre del 2024, compensada parcialmente con el aumento en condensados.

No obstante, esto no cambia el panorama global de que la base de la plataforma productiva va en declive, con activos en fase de agotamiento, como Ku-Maloob-Zaap, Litoral de Tabasco, Abaktún y Samaria Luna, que colectivamente aportan más de la mitad de la producción nacional.

A esta caída se le añade una fuerte reducción en la actividad de perforación. En el pasado primer trimestre se completaron solo 17 pozos, frente a 41 del mismo periodo del 2024, lo que representa una dramática baja del 58.5%. De esos 17 pozos, solo 5 fueron de desarrollo y 12 exploratorios, lo que indica un giro a la prospección, más que a la producción inmediata.

Los equipos activos bajaron de 59 a 26 (un menos 56%) y la perforación de desarrollo se redujo 71.6% frente al trimestre previo. Esta contracción impactará necesariamente en la reposición de reservas y compromete fuertemente la capacidad de Pemex para sostener su producción a corto plazo y por ende el cumplir con las metas gubernamentales.

En síntesis, la aparente estabilidad productiva de Pemex no deriva de nuevas inversiones que promuevan crecimiento estructural, sino de la intensificación de campos en declive, lo que es limitado. Si se quiere realmente producir y reactivar la redituabilidad de la empresa pública, urge retomar la perforación y reducir los tiempos entre descubrimiento y producción.

El tema es que no hay dinero para inversión. Pemex ejerció 72,006 millones de pesos de inversión de capital (Capex) en el primer trimestre de 2025, destinando el 96% a exploración y producción. Esta cifra representa una reducción del 25.1% respecto al mismo periodo de 2024, en el que se invirtieron 90,050 millones de pesos, monto muy bajo para alcanzar el aumento de 250,000 barriles diarios propuestos ese año.

Además, el 41.8% del gasto de capital se dirigió a mantenimiento y solo el 18.7% al desarrollo de nuevos campos. Obedece esto más a una estrategia de contención de la declinación, que en ampliar la capacidad productiva. Hay una evidente parálisis operativa derivada de la contracción inversora. En la práctica, esto también se traduce en mayor tiempo improductivo de instalaciones, retrasos en la conexión de nuevos pozos, cancelación de contratos logísticos y pérdida de continuidad técnica.

México no carece de capacidad técnica, sino de condiciones operativas que la activen. Es necesario incrementar el Capex, acompañándolo de eficacia en su ejecución, certidumbre jurídica y un atractivo retorno fiscal.

En la Amespac (Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Petroleros), cuyos integrantes realizan más del 80% de las operaciones en campo, consideramos fundamental para alcanzar las metas trazadas de producción, el avanzar hacia un modelo de inversión mixto, con esquemas contractuales flexibles y ventanas de ejecución claras. No se trata de vulnerar la rectoría estatal, sino fortalecerla con soluciones compartidas e innovadoras, que brinden certidumbre a la inversión productiva privada.