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Pausar nos permite repensar

Carlos Villalobos.- La suspensión de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO) tomó por sorpresa a muchas y muchos, a unos les dolió, a otros les pareció lo mejor que pudo pasar. En medio de la confusión, surgieron todo tipo de reacciones, algunas mesuradas, otras alarmistas y unas tantas que, personalmente creo, bordean lo absurdo.

Recientemente, algunas opiniones públicas han planteado una visión reduccionista sobre la vida cultural en Oaxaca, al sugerir que la cancelación de ciertos eventos representa un retroceso intelectual o un retorno a tiempos de censura. Estas afirmaciones, además de desproporcionadas, caen en comparaciones forzadas entre expresiones culturales distintas, rayando en un clasismo que nada aporta al verdadero debate.

Dicho esto, también es cierto que organizar un evento de esa magnitud no es hacer una kermés en el parque. La FILO ha sido uno de los espacios culturales con mayor proyección en el sur del país. Reunir editoriales, autores, imprentas, casas independientes, agentes literarios y públicos diversos requiere trabajo, coordinación, logística, visión y, sobre todo, constancia. Negar ese mérito sería injusto y hasta negligente, pero reconocerlo tampoco significa curar en salud a la hoy suspendida feria.

Muchos de los defensores de la FILO han afirmado que se les ha negado el apoyo institucional, especialmente del gobierno estatal; sin embargo, la información pública muestra otra historia. De acuerdo con una nota de la periodista Rocío Flores de Oaxaca Media, en 2023 la FILO recibió 1.8 millones de pesos del programa Apoyo a Festivales Culturales y Artísticos (PROFEST) de la Secretaría de Cultura federal y otros 3 millones del gobierno estatal.

Por otro lado, según confirmó la propia Secretaría de Cultura federal, los organizadores de la FILO declinaron el apoyo económico del PROFEST para el año 2025, sin precisar el motivo. No fue una exclusión, sino una decisión interna.

No se trata aquí de cuestionar si merecían el apoyo o no, se trata de entender que incluso un evento con trayectoria como la FILO debe repensarse si busca sobrevivir en un entorno donde los libros se venden en promedio a 300 pesos (si bien nos va), y donde el acceso real a la lectura sigue siendo un privilegio.

Porque sí, todos amamos las ferias del libro, las selfies en el evento son lo máximo, he de reconocer, yo mismo las he caminado con gozo. Pero también ¿En verdad las y los lectores en Oaxaca podemos (y tenemos con qué) acceder a los libros y lecturas que merecemos? Hace poco busqué Atrapa el pez dorado, de David Lynch, en librerías locales, un título que no es de un autor desconocido, que no es novedad, pero tampoco es una reliquia, entonces seguramente podría intentar encontrarlo de forma física para evitar el lector digital; sin embargo, un par de intentos, cero resultados. Nadie lo tenía, nadie ofrecía opciones. Solo quedaba el recurso de siempre: pedirlo por internet.

Justo aquí me pregunto ¿qué tan cerca estamos realmente de garantizar el acceso a la lectura?

Al mismo tiempo y como respuesta, hay un fenómeno que muchos lectores oaxaqueños hemos notado, los libros usados, en lugar de representar una alternativa económica, se están vendiendo casi al mismo precio que las ediciones nuevas en muchas ocasiones.

¿Entonces qué hacemos? ¿Leer en físico es un lujo? ¿Un hobby de élite?

En la última edición de la FILO hubo esfuerzos por abrir espacio a nuevas voces, sellos emergentes y artistas independientes, lo cual personalmente celebro, pero creo que aún hay trecho por recorrer y justamente tendrían que ser autoras y autores oaxaqueños los rockstars de estos encuentros.

En medio de todo esto vale la pena preguntarnos ¿no es esta una oportunidad para fortalecer los esfuerzos que se han hecho hasta el momento y potenciar los 44 años de experiencia de la feria y así consolidar redes lectoras, clubes comunitarios, bibliotecas activas y políticas de fomento lector?

Citando el propio comunicado emitido por la feria anunciado la suspensión de la edición de este año “la cultura es un ente vivo que cambia y debe adaptarse a su contexto” y esta pausa puede ser una oportunidad para replantear cómo conectar los esfuerzos de la FILO, con los promotores de lectura de los distintos órdenes de gobierno y de iniciativas privadas, con los amantes de la lectura y la ciudadanía en general, porque solo así podremos hacer que todas y todos podamos gozar de todos esos mundos, aventuras y conocimientos que nos ofrecen los libros.

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