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Obesidad en México

Rafael Espino.- La obesidad en México es un grave problema de salud pública. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) se definen la obesidad y el sobrepeso como una acumulación anormal o excesiva de grasa en el cuerpo, que puede ser perjudicial para la salud. Sus causas son sistémicas y complejas y van más allá del balance energético.

Considerada como una de las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) de mayor incidencia, nuestro país está en una muy vulnerable situación, ante la presencia en el mercado y consumo generalizado principalmente de bebidas azucaradas preenvasadas y alimentos procesados.

El panorama nutricional en México es preocupante. Ocupamos el deshonroso quinto lugar en obesidad en el mundo, con 21 millones de mujeres y 15 millones de hombres padeciendo la enfermedad. Se estima que para el 2030, el 36.8% de los habitantes en México tendrán obesidad, con un incremento anual del 1.6%.

La Federación Mundial de la Obesidad clasifica esta cifra como muy alta. Además, a nivel mundial, México es el sexto país con la mayor cantidad de adultos de 20 años o más que viven con obesidad y ocupamos el muy lamentable primer lugar en obesidad infantil. Simultánea e irónicamente, 12% de niñas y niños presentan cuadros de desnutrición crónica.

De acuerdo con “El País”, 35% de la niñez mexicana tiene sobrepeso u obesidad, lo que potencialmente puede aumentar hasta un 56% para el 2035. En términos económicos, la epidemia de obesidad infantil le cuesta al país 650 mil millones de pesos anuales, casi dos puntos del Producto Interno Bruto.

A la obesidad científicamente se le asocia con el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, tales como la diabetes, la hipertensión y los padecimientos cardiovasculares, principalmente. También se le relaciona con trastornos óseos, musculares y algunos tipos de cáncer. La alimentación poco saludable y la falta de actividad física ocasionan, según estadísticas de la Secretaría de Salud federal, el 32% de las muertes de mujeres y el 20% de hombres en el país.

El pasado 4 de marzo se conmemoró el Día Mundial de la Obesidad, establecido por la OMS como una jornada de acción unificada que demanda una respuesta cohesionada e intersectorial a la crisis de la obesidad. La idea es generar conciencia, colaboraciones y acciones para abordar las causas sistémicas de esta enfermedad, sus consecuencias en la salud, su prevención y control.

Uno de los principales conductores de la obesidad ha sido el aumento en la producción de alimentos ultraprocesados, la creciente urbanización y el cambio en los estilos de vida con el dominio de la sociedad de consumo, que han generado un proceso de transición alimentaria, a una moderna más perjudicial para la salud. Actualmente las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres, sal y sodio. Simultáneamente, ha disminuido el consumo de alimentos frescos, naturales y tradicionales como frutas, verduras, cereales integrales y leguminosas.

Una de las principales estrategias para la prevención y el combate a la obesidad debe ser la promoción de la alimentación saludable y sostenible, la cual es indispensable para obtener bienestar, prevenir la mala nutrición en cualquiera de sus formas, así como las enfermedades asociadas.

De ahí que celebramos el inicio, el pasado 29 de marzo, del programa “Vida Saludable”, instrumentado por la Secretaría de Educación Pública federal, que prohíbe la venta en las escuelas en México de alimentos ultra procesados, conocidos coloquialmente como “comida chatarra” y que por regulación anterior están marcados con sellos y leyendas de alto contenido de grasas, azúcares y sodio.