Dr. Arturo Castro.- Autoritarismo y sumisión van tomados de la mano, para que exista uno debe estar presente el otro, es una manía de vida que se tiene por doquier, puede ser muy dulce y casi perfecto aunque se menciona públicamente como imposible en este país.
El autoritarismo existe cuando se ordenan los propios datos como reales, cuando no se le cambian comas a un letrero de propaganda, cuando la orden se emite sin reclamo de la contraparte, dando por consiguiente una sumisión que refleja confort y entusiasmo.
Para saber mandar hay que saber obedecer, es una cuestión de método, pero cuando se imponen razones sin sustento, entonces la locura aparece, haciendo del emisor un pariente de Nerón, quien ordenó a la milicia quemar Roma, su propio imperio.
Quemó Roma utilizando al ejército, cuya misión es la de salvaguardarla, de proteger a los ciudadanos independientemente de su afiliación política o de clase social; en este tiempo se ven actitudes y acciones de empoderamiento militar que en un conflicto bélico van a preferir ser repartidores de pizzas y hamburguesas.
La sumisión parece que a nadie le importa, solo se vive sin conocerse que se está en ella día a día, la sociedad tiene muchas historias en las que la sensación de vivirlas la llevan a la rebeldía del status quo que es mejor que una esperanza fallida.
El detalle es la insaculación de los políticos, como siempre ha ocurrido desde una democracia dirigida a una democracia de imposición, el ciudadano desde su primer voto ve lo trascendental del mismo, mas no la distancia de aquel político que lo recibió.
El testimonio histórico habla de autoritarismos, desde los oaxaqueños Juárez y Díaz, pasando por otra oleada de dirección militar en el país, sin militarizar la misma, Echeverría, López -no este, el otro- y Salinas han sido demacrados por la historia, no supieron que el autoritarismo requiere de aceptación social convertido en sumisión.
El control político ha sido de siempre, quienes lo han vivido están llenos de mitos y tabús que mueven las conciencias colectivas a base de programas sociales que satisfacen y motivan por demás al elector. Lo importante no es la decisión, sino cómo se toma.
La sociedad parece casta y pura, obtiene mentiras verdaderas porque no decide conocer en mejor forma lo que es la política, solamente ve los espejos que se le presentan a manera de fiesta popular, deja el esfuerzo de hacer algo por lo que hace quien manda.
Lo mejor de todo es que estamos tranquilos, como si nada pasara, porque la costumbre se hace ley, esperar la realidad de los sueños en forma desenfrenada es una gran misión.