Dr. Arturo Castro.- A Don Luis Terrazas, alguna vez estando en la Ciudad de México, alguien le preguntó: oiga Don Luis usted es de Chihuahua, no porque, pensaba que era de Chihuahua, no lo que pasa es que Chihuahua es mío.
Anécdota de aquel gran terrateniente antes de la Revolución Mexicana que desencadenó cambios importantes en el país, como aquella aparición del ejido que hizo justicia a muchos campesinos.
Esa fue una lucha de Emiliano Zapata bajo el lema “La tierra es de quien la trabaja”, que a la postre de ser una propiedad compartida, el presidente Carlos Salinas propuso cambiar la ley y que fuese una propiedad personal.
Se cita lo anterior para referenciar al actual mandatario mexicano que en sus políticas públicas y decisiones legislativas solicita no cambiar ni las comas, parece un emperador, Quizá un rey.
Tal vez un zar o un jeque, pero al final de cuentas un jefe sin que alguien le reclame nada, ni propios ni extraños, porque los propios son leales y los ajenos sujetos a investigación de travesuras pasadas.
Hoy solo se escucha una voz a diario que dice y desdice cualquier cosa, es un político diferente como lo fueron Nerón en la antigua Roma, Hitler y su raza aria, Pinochet en Sudamérica y tantos otros más con el síndrome del poder soy yo, la historia los describe atinadamente.
El narcisismo existe, la creación de Dios también, una mitología de siempre y una transformación sin concepto, porque de que hay una lucha contra la corrupción puede haberla desde los mismos escenarios de antes llamadas licitaciones directas o rifas de un avión sin avión.
México lamenta que se gobierne de palabra cuando se necesitan acciones para resolver tantos problemas comunes, no se trata de ofrecer dinero sino oportunidades de estudio y de trabajo que lleven a la sociedad a un mejor vivir.
Si la corrupción es muy humana, diría Enrique Peña Nieto, también el discurso sin fondo para denostar a cualquiera, menos para aquellos que fingen creer en algo que se dice todas las mañanas. La mentira es un engaño, habría que decirles a los mexicanos interesados en el tema.
México soy yo, parece una casualidad de la locura, cuya versatilidad cubre a toda una sociedad que aspira a tener mejores condiciones de vida, sin aquellos errores del pasado no corregidos por el presente.
Solo existe la acusación mayor de las desviaciones marcadas y nada por remediar la situación, uff, uff y recontrauff, diría Enrique “el Perro” Bermúdez si lo narrara como un partido de futbol.