Juan Carlos Loera.- El martes 26 de julio el INEGI publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de las Familias en los Hogares (ENIGH), que se levanta cada dos años para medir el estado de la pobreza y la desigualdad en México.
En ella publica el valor del ingreso per cápita trimestral de las personas, lo cual es útil para medir la capacidad adquisitiva de las familias y también sirve de base para medir la pobreza asociada directamente a los ingresos percibidos.
También da a conocer la distribución del ingreso y para ello, de acuerdo con el nivel de sus ingresos, se agrupan las personas en diez grupos denominados deciles, porque cada uno de ellos contiene al diez por ciento de la población.
Hecho esto se preparan dos indicadores fundamentales que dan cuenta del grado de concentración de la riqueza. El primero mide la distancia que separa al ingreso promedio del decil de menores ingresos del decil que tiene las percepciones más altas. El segundo es un indicador esencial, denominado Coeficiente de Gini, que los estadígrafos reconocen como el estadístico óptimo para medir el grado de desigualdad que afecta a cualquier conglomerado social.
En verdad que la publicación de estos datos, a cuatro años de la gestión del gobierno de la Cuarta Transformación, nos ofrece una gran oportunidad para acercarnos al conocimiento de los impactos que la política de bienestar ha tenido sobre la llamada pobreza por ingresos y el grado de desigualdad que por tanto tiempo ha afectado a nuestro país.
Un examen inicial de los datos recién publicados no deja duda: el ingreso per cápita de los mexicanos ha superado las limitaciones que impuso la pandemia: de 2020 a 2022 logró un aumento de 11.0%.
Todo ello gracias a una política laboral que aumentó el salario mínimo real, en estos años, en 90%, después de que, por un tercio de siglo, se mantuvo completamente estancado; a lo cual se ha sumado una política de bienestar que ha ampliado e incrementado las transferencias de los programas sociales en favor de las personas vulnerables, en proporciones nunca vistas.
Debido a ello ya se está registrando un descenso de la pobreza laboral, tanto en las zonas urbanas como en las rurales, en la mayoría de las entidades federativas y particularmente en las comunidades más pobres de México.
Pero lo extraordinario lo vamos a notar al revisar los indicadores de desi-gualdad, pues está registrando una caída histórica, claro reflejo de la exitosa política de bienestar en favor de las personas y comunidades más pobres.
La distancia entre los ingresos del decil más bajo y el más alto está reduciéndose, lo que ha ocurrido, tanto entre 2020 y 2018, como entre 2020 y 2022, lo cual es una evidencia de que la distribución del ingreso se está tornando más igualitaria.
Esta tendencia es confirmada por el cambio que está registrando el coeficiente de Gini que, al reducirse, nos revela que la desigualdad está disminuyendo y ello es justo lo que los datos de la ENIGH vienen a confirmarnos.
Sin embargo, lo más impresionante lo tenemos en la reducción generalizada que ha experimentado este Coeficiente de la desigualdad que, al descender en 31 de las 32 entidades de país, no deja duda: ya vivimos en un México diferente, en un México transformado que, con apoyo de su gobierno, lucha, día a día, para que nadie se quede atrás y nadie se quede fuera.