Daniel Valles.- En una actividad que parece una letanía —por lo repetitivo—, la presidenta Claudia Sheinbaum en cada conferencia de prensa o “mañanera”, dice, comenta o declara que no tiene información o que no es exactamente como se dijo lo que se haya dicho. Esto, sobre todo cuando se refiere a declaraciones del gobierno de Estados Unidos que no le son favorables a su administración.
Las negaciones siempre tienen que ver con economía, violencia o política interna. La cosa es que sólo niega, no ofrece datos que fortalezcan sus dichos. Es entonces una variante de los “otros datos”, que el expresidente López Obrador afirmaba tener en situaciones similares, pero que nunca sustentó. Sólo que ahora se confirma que, “los otros datos” nunca existían, sólo era retórica dirigida a su base partidista.
La situación ahora es diferente y más delicada ya que, en el gobierno de EU, no hay un hombre “blando” y casi al final de sus días, como lo es Joe Biden, sino un hombre fiero e impredecible como lo es Donald Trump, que gobierna bajo un axioma: “America First” (EUA Primero).
Pues bien, en días recientes, funcionarios de alto nivel del Departamento de Seguridad Interna (DHS) y del FBI, advirtieron ante el Senado estadounidense lo que ya muchos sabían, pero que se ha evitado reconocer desde el Palacio Nacional y ahora desde la nueva sede presidencial: los drones del crimen organizado mexicano cruzan a diario la frontera norte y son usados para espiar, lanzar explosivos y transportar droga.
Cito al funcionario Steven Willoughby, del DHS: “Es sólo cuestión de tiempo antes de que las fuerzas del orden (de EU) sean blanco de ataques en la zona de la frontera con México”.
Y ante eso, ¿qué dice la presidenta de México? Que no hay de qué alertarse. “No hay información de nuevos drones operando en la frontera”, dijo Claudia Sheinbaum con ese tono doctoral que la caracteriza, como si el problema se esfumara con solo negar su existencia.
La contradicción es escandalosa. Mientras del otro lado del río reportan más de 27 mil vuelos ilegales de drones sólo en la segunda mitad de 2024, acá se asegura que todo está bajo control. Como si la palabra presidencial fuera blindaje suficiente frente a una amenaza real que ya ha causado más de 260 ataques con explosivos desde el aire, según datos de la propia SEDENA.
La frase “no tenemos información oficial” se ha convertido en el nuevo “yo tengo otros datos”. Es la misma gata, nada más que revolcada. Una técnica que no informa, sino que maquilla. Que no aclara, sino que niega. Y lo hace con una peligrosa fe en el poder del discurso para tapar la realidad.
¿Y cuál es la realidad? Que los cárteles mexicanos tienen más drones que algunas fuerzas policiales de Estados Unidos. Que están mejor organizados, más armados y, peor aún, más audaces. Que han convertido la tecnología civil en armas voladoras. Y que los entrenamientos entre FBI y Fuerzas Armadas mexicanas apenas y están conteniendo una amenaza que se expande.
Mientras en el Capitolio se encienden las alarmas y se afinan medidas bajo el liderazgo de un Trump, que no se anda por las ramas, en Palacio Nacional se siguen repitiendo las letanías de la negación. Como si no entender fuera una forma de inmunidad diplomática.
Pero este juego es peligroso. Porque al negar lo evidente se pierde credibilidad y porque frente a Trump, el que niega sin pruebas está perdido. Ya no es el tiempo de la retórica sin consecuencias. Los drones están aquí. Vuelan. Espían. Atacan. Y a este ritmo, también decidirán elecciones y políticas binacionales. Ahí, El Meollo del Asunto