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Migrantes

Daniel Valles.- Los últimos cuatro o cinco años han estado marcados por un aumento desmedido de arribo de migrantes a las ciudades fronterizas de toda la franja al norte de México. Por supuesto que esto se ha visto igualmente reflejado desde la frontera sur, Chiapas y las rutas conocidas que atraviesan en el país.

“La Bestia” tal vez la es la más usada por quienes transitan por lo rápida y familiar. Son dos mil 500 kilómetros los que deben cruzar en un peligroso viaje que puede durar un mes. Miles de migrantes con sus familias la usan y llegan a su destino: la frontera norte de México.

Se tiene documentada una cantidad que llega casi al medio millón de migrantes que lo hacen cada año. En el proceso se detienen en diferentes lugares. Lo que no es la regla. Llegar a la frontera sí lo es. Las situaciones que enfrentarán son tan diversas como viajantes toman el tren. Otros miles lo harán por autobús y algunos en avión.

Los números de migrantes y las rutas también han variado a lo largo del tiempo. Ciudades como Guadalajara, la que no veía tantos migrantes, vio aumentada la cantidad de estas personas desde hace casi una década.

Fue debido a una matanza ocurrida en Tamaulipas, en un lugar llamado San Fernando en 2010. Por eso es que las rutas cambiaron. Los migrantes deciden usar la ruta del Pacífico, más larga sí, pero más segura. Decían.

Sea como fuera, en todas las ciudades mexicanas que hacen frontera con EU, el número de migrantes se ha visto aumentado en el último lustro. Inició con la llegada de gente de Haití en 2015, cuando se decía que el entonces presidente Trump abriría las fronteras. Miles llegaron a Tijuana y Mexicali. No tantos a las ciudades de la frontera de Chihuahua y Tamaulipas.

Hacinados en cuarterías o edificios que se encontraban abandonados por la violencia o el declive comercial, se integraron a esas comunidades porque las puertas de EU no se abrieron sino para unos cuantos.

Es de destacarse que, los que se quedaron, sobre todo haitianos, desarrollaron negocios o consiguieron trabajo en establecimientos comerciales. Hubo quienes ingresaron a las escuelas de la localidad, como la Universidad de Baja California.

Este fin de semana pasado han llegado miles de haitianos, cerca de 20 mil, a Acuña, en Coahuila, frontera con Del Río, Texas, tema que merece comentario aparte. Seguro usted que lee vio a la patrulla fronteriza “echarles el caballo encima”.

El hecho de llegar como migrante no es sinónimo de miseria o de ser un criminal, en todos los casos. Llegan en malas condiciones, sí, debido al viaje. Llegan personas que, de no poder cruzar, pueden, con voluntad, integrarse a la comunidad donde se establecen. Ya lo han hecho así antes.

Por desgracia no son todos los casos, ni de todas las nacionalidades. Pero esas son las historias de éxito o las que tienen una buena cara. Quienes se integran o trabajan. Pero no son todas, por desgracia, ni las más. Durante toda la administración de Donald Trump, las fronteras se llenaron de migrantes que pensaron que sería fácil que los admitieran. No ha sido así. Y creo que no lo será.

Quienes hemos vivido en la frontera toda la vida sabemos bien que la política norteamericana, sin importar el partido que esté gobernando en la presidencia de EU o tenga mayoría en el congreso, no relajará medida alguna.

Republicanos y demócratas son igualmente duros para con esta política. Tendrán o no razón, eso es algo que no sabemos desde este lado de la frontera. Y Barack Obama junto con el entonces vicepresidente Joe Biden, deportaron a la mayor cantidad de ilegales en toda la historia norteamericana. Ahí están las cifras, son públicas.

Lo que sí sabemos es que diariamente llegan por centenas a las ciudades fronterizas. Llegan por dos sitios principales. Quienes lo hacen por el sur, llegan con la esperanza de poder cruzar la frontera. Piensan que será sencillo porque traen documentos o han vivido un caso de injusticia o de persecución en su país de origen. Porque les han dicho que así no es tan difícil lograr el asilo que requieren.

Lo que la mayoría de las veces es solo un cuento que les narran para engancharlos y quitarles algunos miles de dólares. Llegan también por el norte. Quienes lo hacen vienen con una gran depresión a cuestas. Sin dinero, hambrientos, sucios, harapientos y con la gran interrogante de qué va a suceder ahora que han sido deportados y llegan a un país que no es el suyo y sin conocer a nadie.

De acuerdo con el estudio denominado Matriz de Seguimiento de Desplazamiento “DTM Retornados a México bajo Título 42”, realizado por la Organización Internacional para las Migraciones de Naciones Unidas (OIM), entre los principales obstáculos de quienes son expulsados se encuentra la detención en Estados Unidos, en un 15 por ciento, debido a la falta de alimentos, la falta de servicios de salud, la confiscación de pertenencias, la retención de documentos, el maltrato que aseguran sufrir y la separación familiar, informó Alex Rigol, coordinador en Ciudad Juárez.

Una amplia nota que apareció el lunes 20, de Hérika Martínez, da pormenores de todo lo que han declarado estas organizaciones que tratan de aliviar el estado de los migrantes. Tanto de los que llegan por el sur, como los que llegan deportados por el norte. Siempre son muy difíciles las condiciones de estas personas.

En Ciudad Juárez, como en muchas otras ciudades de la frontera, existen organizaciones que tratan de mitigar las penurias de estas personas, de los migrantes. Cuyo único delito sería tratar de buscar una mejor vida.

La Casa del Migrante, el Hotel Filtro y varias iglesias evangélicas se han dado a la tarea de ayudar a estas personas que pasan por Ciudad Juárez. Las necesidades son grandes y van en aumento. Los presupuestos del gobierno, tanto federal como estatal o municipal, no son suficientes, porque no son grandes. Y creo que la necesidad siempre los superaría.

La situación de la migración no va a detenerse, sino todo lo contrario. Y ahora, con la llegada del otoño y del invierno, las cosas empeorarán para quienes vienen y viven en zonas donde jamás han sentido el frío.

Los migrantes, un problema humano de siglos. El que los gobiernos nunca han podido resolver. Pero para el que tampoco hay una solución sencilla porque no terminará. A pesar de reuniones como la de la CELAC, celebrada la semana anterior en México y que ha sido tanto o más conflictiva que el problema de los migrantes.

(*) Daniel Valles es el Comisionado Internacional Anticorrupción de la OMPP