Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Mi madrina, Marina Dena, lloró conmigo en la cárcel, me prometió tratar de hablar con Mario, pero ella misma decía: está imposible, no entiende razones, está en la soberbia del poder. Tiene a Corral en un altar. ¡Bueno, me dijo: ni a su familia recibe!
Mi mamá María Guadalupe Barrera Torres, hija de Pilar Barrera y Martha Torres Lozano, fue mi respaldo, pero desde el primer día supe que de Mario Dena, el soberbio mecenas de Delicias, no recibiría ninguna ayuda, ni siquiera preguntar a su adorado Corral qué había en mi contra. No. ¡Cómo! imposible molestarlo. Me quedé a esperar la justicia de Dios.
Le mando fotos de la cercanía de mis padres y de todos con la familia Dena Torres. Conozco a todas las primas de mi mamá; de pequeñas convivíamos siempre en las fiestas familiares. Las hermanas Torres Lozano eran muy unidas; inclusive convivimos con los bisabuelos Brígido Torres y Estéfana Lozano; con mi abuela Martha Torres que era la más chica de las hermanas, la Tía Cecy, la Tía Chita, el tío Tacho, la Tía Magda, a todos los tratamos. Yo era muy pequeña, pero los recuerdo, por eso pensamos que nuestro primo Mario Dena iba a intervenir para solicitar que se actuara con justicia, nada más.
Pero le valió madre, y mire, a nadie se le desea un mal, pero todo se paga y algún día hay consecuencias. Yo perdí todo, pero él también, lo alcanzó el karma. Sin embargo, en nuestra familia no sabemos de rencor y deseamos que Dios lo cuide y lo proteja.
Sigo pidiendo justicia a Maru para que me devuelvan el patrimonio, fruto de mi trabajo incansable por 28 años en Gobierno del Estado. Mi lugar de trabajo fue por mi preparación académica y mis conocimientos, a mí nadie me regaló nada, ni Mario Dena, ni nadie, pero nunca creímos que se negaría solo a hablar por su prima, a pedir con respeto a quien admiraba tanto que se aplicara la justicia, a solicitar que se actuara conforme a derecho, sin hacerme favores, pero en justicia, no obligarme con amenazas de matar a mis hijos a declararme culpable y quitarme todo el patrimonio de mi trabajo.
Un año en la cárcel, la tortura a diario. Me enseñaban fotos de mis hijos donde andaban jugando o cuando iban caminando por la calle para decirme: firma o los matamos. Firmé, me declaré culpable para salvar a mis hijos y me quitaron todo, menos mi dignidad.
Mario Dena, si está consciente, lo sabe.
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