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Mala praxis bancaria

Amadeo Palliser Cifuentes.- Las situaciones críticas hacen surgir reac-ciones que nadie podría imaginar anteriormente, en un momento de sosiego; y esas reacciones, como hemos visto a nivel social, pueden ser de entrega altruista como ha hecho el personal sanitario, de limpieza, empleados de supermercados, etc., pero también pueden aparecer reacciones de pánico.

Ambos polos, llevados al extremo patológico, pueden presentar manifestaciones de una heroicidad imprudente y también reacciones extremistas de lo más deleznables.

Ahora bien, el común denominador de toda crisis, es que la banca nunca pierde, gana menos, eso sí. Y en casos extremos, como pasó hace unos años, en estados como el español, al gobierno le faltó tiempo para efectuar su rescate con fondos públicos, con la promesa de que se recuperarían, pero, como casi todas las promesas de los políticos, una vez más, fueron humo.

Igual que pasó con la crisis anterior, la presente también la acabaremos pagando los de siempre, los trabajadores (autónomos o por cuenta ajena), los pequeños empresarios y, cómo no, también los ahorradores, los pequeños y medianos, ya que los grandes, mediante sus ingenierías financieras (sicavs: sociedades anónimas de inversión de capital variable; paraísos fiscales, etc.), al final, ganarán más, ya que a río revuelto, ganancia de pescadores, como saben muy bien los fondos buitre.

Ahora bien, los pequeños ahorradores, “asesorados” por los gestores de los propios bancos, son los que sufrirán las consecuencias. Ya que los gestores corren para vender los nuevos productos, pues no quieren perder sus propias comisiones y bonus, y, evidentemente, en cada momento cantan las excelencias del nuevo producto, tratando a los clientes como mera mercancía al colocarlo.

Pero cuando la situación cambia, de forma imprevisible, como ha pasado ahora, dichos gestores no se preocupan de avisar a los clientes y cuando les llega la información formal, y se dan cuenta de lo que han perdido (aunque hayan depositado su dinero en una cartera conservadora, para evitar riesgos) todo son excusas: que si se trata de un hecho puntual, que la situación cambiará, que sus gestores seniors les aseguran que mejor no cunda el pánico, que vender ahora es la peor decisión, etc.; y ante la pregunta directa de si, en la primera semana de la crisis, no habrían avisado a sus padres de las pérdidas previstas, en lugar de esperar que se informasen como los otros clientes, la respuesta es el silencio.

Evidentemente, en este momento tan dramático, con tantas personas afectadas y con tantos fallecidos, incluso de forma solitaria en las UCI’s de los hospitales, sin poder estar acompañados por ningún miembro de su familia; con tantos trabajadores que han perdido su trabajo, o lo perderán en breve, con tantos micro negocios como bares, restaurantes, compañías de teatro, etc., que se verán abocados al cierre y, por lo tanto, a la miseria familiar; está claro, ante todo esto, que puede parecer inmoral quejarse por la pérdida parcial, aunque sea notable, de unos ahorros que podrían ser fruto de toda una vida, para hacer frente a las necesidades de la vejez.

Pero me parece que es un tema que no debe callarse, que también debe ser denunciado, por tratarse de un abuso de confianza de un sistema bancario que, como los cíclopes como Polifemo, son gigantes que devoran hombres; y, obviamente, los gobiernos de turno hacen la vista gorda, pues ellos, a su vez, emulan a Saturno devorando a sus hijos, y no solamente a los díscolos, ya que, una vez encumbrados, olvidan todo comportamiento ético y moral, como vemos en esta pandemia, tratada en España con una ideología unionista y uniformadora.

Y a pesar de lo que digan, con una imprudencia total, pues mientras los principales médicos y científicos consideran que es pronto para desconfinar a la población, el gobierno sigue guiándose por salvar la economía; y, si el número de contagiados se incrementa, la culpa la habremos tenido la población por no haber seguido sus instrucciones; aunque todos sepamos que no sea así, ya que todos procuramos y procuraremos vigilar la distancia de seguridad y utilizar las medidas protectoras.

Pero el gobierno, autodenominado progresista, nunca reconocerá ni asumirá las consecuencias de haber hecho ir a trabajar con transporte público, a los empleados no esenciales, eso sí, el primer día, ante todas las cadenas de televisión, les facilitaron una mascarilla quirúrgica, (que solo protege de dentro a fuera, y unas pocas horas), sí, una mascarilla única, el primer día, después, el sistema sanitario ya facilita otra, semanalmente.

En España, este escrito no se publicaría, hay muchos intereses, ya que la prensa está en manos de la banca, como en muchos países, y prensa realmente independiente del entorno económico, no la hay; y cuando se trata del banco más importante, aún menos.

Barcelona, España