Dr. Fernando A. Herrera M.- Se dice que los cuentos de rancho son para pocos y muy entendidos.
Cuenta la leyenda que, en Valle de Allende, en Parral y en El Paso hay tres historias dignas de atesorar.
La primera tiene que ver con una boda, en la que uno de los miembros de la familia se compró unos hermosos botines blancos, que al medírselos le apretaban un poco, por lo que le dijo a uno de los parientes: Póntelas tú que usas un medio número menos, así las aflojas y podré usarlas en la boda; el individuo se las puso y –fiel a su costumbre– agarró la borrachera, no regresó los botines y ni a la boda fue.
Seis meses después se encontraron y el reclamo fue directo:
– ¿Qué pasó con mis botines?
– Si quieres que los ablande más, ponles media suela.
Desde entonces lo llamaban “el patas blancas”.
Por cierto, cuando murió nadie fue a su funeral. Ni su hijo, por lo que su entierro fue triste y cruel.
El otro cuento, que se cree verídico, ocurrió en Parral. Dos primos recibieron la confianza de cuidar la casa, mientras la familia salía a cumplir un compromiso.
Lo feo resultó cuando se regresaron por un imprevisto y los agarraron en una situación vergonzosa que nadie olvidó jamás.
El último cuento ocurrió en los Estados Unidos y se refiere a un mesero que por amor mantenía a su pareja y, aunque no trabajara ni se ocupara de nada, le quería y le daba cuanto podía.
Hoy todavía lo llora, no se dice arrepentido, porque su amor era sincero.
Pero el otro, con posiciones políticas como si se hubiera sacado la lotería, lo botó sin decir adiós.
A lo lejos sabe de él. A veces lo ve en la tele, pero aunque su amor sigue vivo, sabe que no lo necesita; sabe de su altanería, arrogancia y crueldad, pero sigue igual, es un haragán con ínfulas de periodista, que lo cambió por otros y por su gusto por la política.
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