Jorge Quintana.- Así es, las cosas cambian cada día y se tornan en nuevos retos de convivencia, de aprender a llevar la vida con otras prioridades, con otros enfoques, en una palabra, con otra filosofía de vida.
La forma en que cada uno lleva su cotidianidad es ahora diferente, antes había ya una rutina, un proceso al que pronto nos acostumbramos, pero ahora, los tiempos que vivimos y sobrevivimos, implican una constante incertidumbre para el mañana.
La enfermedad, la muerte eran parte de nuestro haber, de nuestra manera de vivir, del ciclo normal de la vida, pero algo aún lejano, solo que hoy, sentimos más cercana la amenaza de la una y la otra. Diariamente nos enteramos de seres cercanos que batallan contra la pandemia en los hospitales, en casa, y a veces, desgraciadamente, nos enteramos de la muerte de alguien conocido, y quizá, de alguien muy cercano,de un familiar, de un amigo.
Hoy estamos más expuestos a la debilidad del género humano, ante un enemigo poco conocido y, por lo tanto, sin armas certeras para defendernos, solo con la acumulación de experiencias que permitan develar el misterio y encontrar la forma de acabar con el enemigo o al menos de disminuir su potencia o prevenir su ataque.
Es la hora de expresar nuestro amor y cariño de manera diferente a la costumbre que nuestra propia naturaleza, que nuestra sociedad, por siglos, lo había venido realizando. El contacto físico, el beso, el abrazo, eran nuestra forma fundamental de demostrar el cariño y el amor, no bastaba solo con la palabra, era y sigue siendo una necesidad de manifestarlo más cercana, más íntima, más de nosotros.
Toda la experiencia y conocimientos de los métodos tradicionales de cuidarnos como sociedad, se derrumba, los gobiernos dan tumbos todos los días para tratar de detener la enfermedad, pero en su propia soberbia, ignoran la experiencia ajena, pretendiendo que su verdad, su forma de resolver el reto, es la más certera, la definitiva. En eso también se equivocan, porque la razón política ya se está agotando y solo queda la razón de sobrevivencia.
Aprender a convivir, es hoy por hoy, la nueva realidad, cómo vamos a recuperar lo perdido en la convivencia social, en la que cada grupo tenía su propia forma de ser, de conocerse, de mantener el trato cotidiano.
Las fiestas y celebraciones tradicionales, serán a partir de ahora, diferentes, con la misma calidez, pero con muy pocas personas, y los festejos se convertirán en reuniones de unos cuantos, aun con el riesgo de enfermarse, por la manera en que el virus cambia, sin dar tiempo a descifrarlo.
Así que amémonos con mayor intensidad, pero con menor contacto y valorando lo que tenemos hoy, porque mañana, será un día diferente en el mundo.



