A los migrantes les cuesta mucho encontrar comida, un espacio para dormir y más aún la solidaridad de la comunidad para entender sus dificultades basadas en sus aspiraciones de bienestar y justicia social
Dr. Arturo Castro.- La tragedia aparece nuevamente en el entorno nacional, viene de los altos índices de violencia en este país de nunca jamás, la apariencia de que no pasa nada queda muy rebasada por la realidad a pesar de los esfuerzos por mostrar una máscara que no alcanza a cubrir la mentira de que todo está bien.
El movimiento migrante, como un fenómeno permanente de cambio de residencia de un país, estado o municipio, ha detonado en la frontera norte, de tal forma que llegó magnificado a Ciudad Juárez, sin descontar otras importantes urbes mexicanas que limitan con los Estados Unidos.
La migración ha sido intensa, han llegado personas por miles desde hace algunos años, de los más diversos países de Centro y Sudamérica, son exiliados que dejan lo que tienen en vida incluyendo a la familia, intentando reescribir su propia historia.
Buscan los migrantes mejores condiciones de vida, México ha dicho que los recibe con los brazos abiertos, ofreciéndoles las facilidades correspondientes para el libre tránsito y la oportunidad de trabajo.
El Gobierno Federal aceptó frente a su vecino del norte, ser un tercer país que otorgue albergue en tanto se desahogan las peticiones de asilo político que deben ser presentadas en forma personal y en los tiempos que se les asigne, lo cual viene a ser un grave problema porque en toda incertidumbre llega la desesperación.
A los migrantes les cuesta mucho encontrar comida, un espacio para dormir y más aún la solidaridad de la comunidad para entender sus dificultades basadas en sus aspiraciones de bienestar y justicia social, de ahí la importancia de la generación de políticas públicas reales que coadyuven en esta situación.
Así pues, después de una larga travesía por este país, llegan a Ciudad Juárez sin papeles garantes para la permanencia legal en este país, el gobierno a través de la oficina correspondiente no ha cumplido con la encomienda a pesar de los miles de kilómetros recorridos y los meses transcurridos, ante lo cual se deduce que es más fácil regularizar un auto chueco que una persona migrante que solo conoce el miedo a las autoridades y no su función de servicio ante tan dura situación.
La tragedia del pasado lunes enluta a todo el planeta, recrea la negación socio-gubernamental del discurso solidario; 39 migrantes fallecieron en el incendio suscitado en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración definido como albergue desde la Presidencia de la República.
El gobierno que no acepta responsabilidad alguna y acusa a los mismos migrantes de asesinos y víctimas porque voluntariamente en protesta iniciaron el fuego ante el temor manifiesto de la deportación. Ello nos lleva a pensar y repensar sobre la verdadera realidad de la aprehensión y el resultado posterior.
Las voces de todos y cada quien opinan con diferencias, culpando al gobierno de cualquier nivel, a la insensibilidad social y hasta alguna empresa de seguridad innecesaria ante tanto volumen que presume tener la Guardia Nacional. Se dice que este gobierno no es igual a otros, estoy totalmente de acuerdo en ello.
No es igual porque habla sin acciones, porque gobierna sin planeación, porque aprueba leyes autoritariamente con o sin comas y porque las tragedias huachicoleras, mineras o de migrantes las menciona con la misma sarcástica risa de rifar un avión sin avión.
La mentira provoca la pérdida de dignidad social cuando se convierte en costumbre y en pilar de la construcción de una mitología mexicana que eleva al gobierno sin lograr un levantamiento social que signifique mejor educación, una vida saludable y, aún más, un caminar por el sendero de la vida con seguridad.
Los migrantes rescatados del incendio han sido, por fin, beneficiados de ese papel que les da una estancia legal en el país, se dice que es por razones humanitarias quedando pendiente cuáles son las razones de quienes murieron, que no pudieron cumplir para tan importante trámite que necesariamente les daría la tranquilidad y nunca hubiesen provocado ninguna protesta ni ningún incendio.
La incertidumbre triunfó y esta ciudad fronteriza una vez más está en el ojo del mundo, esta es su marca frente a las otras realidades del gobierno que ocupado en el desarrollo del sur del país, ha abandonado a los estados del norte que siguen sin saber porqué en esta gran vida, no se tiene un gran gobierno.
La mentira pierde la dignidad social cuando se tiene una administración pública dueña de sí misma y dueña de todos, del destino que a veces es incierto cambiándolo por la apuesta de que sale un as de la baraja, compuesta solamente por ases.
De esta tragedia migrante se puede escribir un libro, de los motivos de expulsión de sus países, de su llegada y trato en México, de la confusión secretarial acerca de las responsabilidades en este campo, pero por hoy creo que un artículo basta para reflexionar sobre las debilidades que se tienen para convertirlas en fortalezas y no se repitan nuevas historias.
Oficialmente ¿cuál será el nuevo comienzo? ¿O todo pasará como anteriores desgracias? Nadie llega a la frontera asumiendo sus responsabilidades, el mismo presidente de México tenía cita preagendada en temas bancarios, mientras los migrantes continúan en calles y albergues esperando pacientemente bajo el tono de José Feliciano con aquello de “Que será de mi vida, que será”.