Compartiendo diálogos conmigo mismo
Escucha la voz del Señor: Revierte tus ojos al Creador e invierte tu tiempo en ofrenda, observa sus pautas y cumple sus mandatos. Deja que renazca el buen propósito, la voluntad de ayudar a otros y que nazca con fervor.
Fórjese la comunidad reconciliadora con la unidad conciliadora. Acompañemos en el dolor a los doloridos, partiendo y repartiendo cargas, asistiendo con la efectiva mano alentadora en la dolencia y resistiendo en comunión afectiva.

I.- Menos palabras, más hechos
El Señor nos pide residir en su pasión,
persistir en lo auténtico de la entrega,
en un hacer justo y en un relato noble,
para atesorar la decencia como medio,
por la que nos enaltecemos de alegría.
Vivir en el gozo del querer es revivir,
es volver a renacer y a nacer cada día;
es percibirse acompañado y socorrido,
sentirse más del cielo que de la tierra,
hasta descubrirse más luz que sombra.
Como hijos del eterno bien que somos,
precisamos que este medio nos irradie,
nos transmita su sístole en los hechos,
su convulsión de realidades donantes,
ese júbilo que el mundo no puede dar.

II.- Más servicio, menos dominio
El apego franco de Jesús nos custodia,
nos ha llevado a la sanación del alma,
transfigurándonos en un corazón puro,
tan transparente en sus níveos latidos,
que nos vivifica al esclarecer la noche.
Pulsación a pulsación todo se hermana,
se estimula el caminar con los andares,
se realza el afán de crear y de recrearse,
desposeído de todo poder que esclaviza,
pues sólo la virtud fecunda las ilusiones.
Además, seguir al Salvador nos levanta;
nos alienta a mostrar el abrazo piadoso;
sobre todo, hacia quien sufre la soledad;
nos enseña a tener compasión de todos;
a no pasar de largo, sino a movilizarse.

III.- Más cercanía, menos distancia
Adorar a Dios es inclinarse en la cruz,
trabajar la mente y laborar el espíritu,
cultivar el culto con todas las fuerzas,
amándolo sin reserva y queriéndonos,
en cada momento existencial viviente.
Bajo el amor de amar amor se resucita,
y sobre la relación se reencarna el sol;
aurora que se requiere para ser tronco,
para no estar alejados sino coaligados,
que es como se anida en verso la vida.
Que el Señor nos abra los ojos internos,
y nos dé también la aptitud y el coraje,
de un vivir desposeído de patrimonios,
perennemente desvivido por los demás,
haciendo nuestras sus penas en poema.

Autor: Víctor Corcoba Herrero