Inicio Perspectiva La historia no miente

La historia no miente

Dr. Fernando Antonio Herrera Martínez.- Cuando era muy joven leí el manifiesto del Partido comunista y por corto tiempo me sentí admirador de Lenin (Vladímir Ilich Uliánov) y Trotsky (Lev Davídovich Bronstein , más conocido como Lev Trotski o, en español, como León Trotski). Luego leí a Fouché (Joseph Fouché) y entendí lo sucio y lo despiadado de la política; enseguida a Maquiavelo (Nicolás Maquiavelo) que fue considerado el padre de la Ciencia Política moderna y me quedó clara la perruna lealtad política con la idea de proteger al que manda y luego al que sigue.

Pero luego cayeron en mis manos libros del periodo del Siglo XIII, que tiene un lugar muy especial Francia. Hay dos que aportaron al llamado “periodo de la ilustración” que fue un movimiento cultural que desde Francia se extendió por toda Europa a lo largo de ese tiempo, en el que se difundían el uso de la razón y la lógica como único medio del conocimiento.

En la política significó la crítica a las instituciones del Antiguo Régimen y, en especial, a la monarquía absoluta, de ahí los muchos trágicos movimientos, como la independencia y las otras épocas que han hecho de Francia lo que es hoy en día como país latino, con el que muchos sentimos identidad.

De sus filósofos dos en particular: Voltaire (François-Marie Arouet), con el “Tratado sobre la tolerancia”, y a quien se le atribuye la famosa frase “no comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Era fiel partidario del utilitarismo moral, al afirmar: Que el ser humano es dueño de su propia vida y ha de ser libre de elegir su destino, incluso, llegar a más, al mejorar su existencia gracias a la ciencia, a la sociedad y a la cultura.

El otro es Montesquieu (Charles-Louis de Secondat) precursor de la sociología y uno de los que mejor representó el pensamiento de la época de la Ilustración.

En una cuántas frases de las muchas que nos heredó nos pone en claro la realidad. Por ejemplo: “La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie”. Sabemos que en México nunca ha sido cierto. La ley sigue haciendo diferencias a favor del que tiene o del que está en el poder.

Segundo ejemplo: “Una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad”. ¿Cuántas personas en la cárcel sin sentencia desde hace décadas y todavía se oponen a que se cancele la prisión oficiosa?

Una máxima admirable: “no hablar de las cosas hasta después de que estén hechas”. La refinería no refina, pero ya fue inaugurada, es como antes cuando un gobernador salía de gira a inaugurar clínicas rurales y un equipo ponía los muebles y equipos en donde inauguraba primero y luego se apuraban para que cuando llegara a la segunda clínica ya se habían colocado los mismos muebles y equipos y luego la que sigue y así inauguraba muchas el mismo mes.

Otro ejemplo: “La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo”. Ya hemos estado en las dos, pero ¿cuál preferimos? Es el dilema.

La última y nos vamos, por hoy: “El estudio ha sido para mí, el principal remedio contra las preocupaciones de la vida; no habiendo tenido nunca un disgusto, que no me haya pasado, después de una hora de lectura”.

Hoy que hasta en la mesa se discute de política, no se fanatice ni se apasione, vea lo que pasa, entienda y decida, pero cuando se moleste y no pueda pensar con claridad, agarre un libro. De pilón, cierro con otra frase del mismo filósofo francés: “Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento”. México es todo, menos aburrido. Le invito a reflexionar.