Raúl Ruiz.- La presidenta vino, vio y repitió temas. Con el eslogan de “La Transformación Avanza” bordado en la solapa, Claudia Sheinbaum aterrizó en Chihuahua como quien llega a medirle la temperatura al bote de los tamales. No para comérselos, claro, sino para ver si ya están listos los ingredientes del 2027.
La gira, que en teoría era un informe itinerante, se convirtió en una especie de performance político con tintes de comedia involuntaria. Un acto de presencia con escenografía de mitin y libreto de campaña.
El templete como termómetro
Para que el convivio fuera terso y parejo —no tanto por cariño, sino por cálculo electoral— se recurrió a una vieja técnica de escenografía: los convidados de piedra. Doce funcionarios federales, colocados estratégicamente en el templete, como fichas de dominó que impiden que se sienten los que sí quieren jugar.
La jugada fue clara: enfriar los ánimos de los aspirantes locales, evitar que se suban al escenario y, de paso, darle calorcito a la gobernadora. Porque en política, el afecto se mide en centímetros de cercanía y en decibeles de aplauso compartido.
Mensajes para todos los gustos
La presidenta vino a repetir lo que ya ha dicho en todos los tonos y todos los foros: que el salario mínimo subió, que los programas del bienestar reparten miles de millones, que el pueblo está feliz, feliz, feliz.
Pero también dejó mensajes para cada público:
– El mensaje político, con guante blanco:
“Podemos tener diferentes posiciones políticas, obviamente, pues pertenecemos a diferentes partidos políticos, pero cuando se trata de gobernar Chihuahua, gobernamos las dos.”
Traducción simultánea: “No nos queremos, pero nos necesitamos.”
– El mensaje feminista, con sobredosis de roles:
“Soy abuela, mamá, ama de casa, esposa… Y por voluntad del pueblo de México ¡Comandanta Suprema de las fuerzas armadas!”
Aquí la presidenta se convirtió en personaje de telenovela con rango militar. Una mezcla de Sor Juana con Patton.
Las promesas, como siempre, en plural
Porque prometer no empobrece, y menos en gira:
– Carreteras mejoradas (aunque no se dijo cuáles ni cuándo). Las que ya están en construcción rumbo a Guaymas, son otras.
– Dos distritos de riego rectificados, con presupuesto de mil millones (¿rectificados o redireccionados?).
– 27 mil viviendas para INFONAVIT y FOVISSSTE (¿antes o después del 2027?).
– 64 centros de educación y cuidado infantil (una recuperación histórica, según el guion).
Todo envuelto en papel celofán de futuro, con moño de esperanza y etiqueta de “sujeto a disponibilidad presupuestal”.
La movilización: aplaudir es un verbo transitivo
Se calcula que hubo 20 mil asistentes, pero no todos llegaron por convicción. El encargo fue claro:
– 9 mil por cuenta del alcalde Cruz (que no metió las manos, pero sí los camiones que le encargaron).
– 6 mil por parte de Ariadna del Bienestar (que bien podría llamarse Ariadna del Acarreo).
– 5 mil de la gobernadora (que puso menos gente, pero más sonrisas).
La logística, como siempre, fue una tragicomedia… De hecho… Un desastre. Coordinación estatal con apoyo de los morenacos, pero sin intervención municipal. Mal, mal, mal. Una especie de rompecabezas armado con piezas de distintos juegos.
Epílogo: ¿Avanza la transformación o se pasea?
La tourneé dejó más preguntas que respuestas. ¿Era un informe o un ensayo general para el 2027? ¿Una visita institucional o una pasarela de poder? ¿Un acto de gobierno o un mitin con disfraz de informe?
Lo cierto es que la presidenta vino, se tomó las fotos, repitió el guion y dejó promesas envueltas en papel de campaña.
Y Chihuahua, como siempre, se quedó con el eco de los aplausos, el polvo del desierto, el humo de los camiones y la sospecha de que el bote de los tamales sigue hirviendo… pero nadie sabe quién se va a servir primero.