Inicio EL MEOLLO DEL ASUNTO La corrupción: el abuso de poder como ADN institucional

La corrupción: el abuso de poder como ADN institucional

Daniel Valles.- La corrupción no es un invento mexicano, pero aquí la adoptamos como si fuera el hijo consentido.

La definición más clara y contundente es esta: “El abuso del poder otorgado a uno, para beneficio propio”.  Sin rodeos ni matices. Bajo esa lupa, dos casos siguen vivos en la opinión pública: Pemex y el acoso.

Pemex, la empresa que debería ser motor económico, es más bien un automóvil viejo y oxidado que consume más de lo que produce.
Lo que empezó como un proyecto nacionalista para el beneficio de todos, se convirtió en un botín para unos cuantos.

Contratos inflados, licitaciones a modo, proyectos fantasmas… un catálogo de abusos cometidos por directivos, políticos y sindicatos
que ven en la paraestatal no a una institución productiva, sino a una caja registradora con fondos ajenos e inagotables.

El acoso, en cualquiera de sus formas —laboral, sexual, político—, es la otra cara de esa misma moneda. Quien acosa no lo hace por un impulso incontrolable, sino porque cree que puede hacerlo sin consecuencias.

Porque detenta un poder, formal o informal, y lo usa para someter a otro.  Ese “poder otorgado” no siempre proviene de un cargo oficial: puede ser jerárquico, social o económico.

El resultado es el mismo: abuso, daño y una cadena de silencios.
El patrón en ambos casos es idéntico. No es ignorancia de la ley, sino la certeza de que no se aplicará contra ellos.

La corrupción, disfrazada de gestión o de “uso legítimo” de la posición, se normaliza.

Y la sociedad se acostumbra. Ahí está el verdadero veneno: cuando el abuso deja de indignar y se convierte en parte del paisaje.

Mientras no entendamos que la corrupción es una decisión personal antes que un problema institucional, Pemex seguirá siendo la cueva de ladrones más grande del país, y el acoso seguirá siendo la sombra impune en oficinas, fábricas y congresos. Así es, El Meollo del Asunto.