Daniel Valles.- A nadie nos gusta batallar, pero tenemos tres décadas batallando con el crimen, la violencia, inseguridad. Todos subproductos de una cultura de la corrupción. Parece que no hay quien repare las fallas que en la sociedad tenemos.
Seguramente que a usted le ha pasado que nota algún desperfecto en su auto y acude con su mecánico a que lo repare. Este, después de una revisión, le dice que es determinada pieza, que hay que cambiar. Lo que realiza. Regrese a la tarde por el auto. Usted lo hace, el auto está listo. Se lo lleva, llega a su casa, lo apaga y al día siguiente, lo prende, sale y la falla, ahí está de nuevo.
Va con el mecánico y le dice que lo revisará, que estaba bien y que no falló cuando lo probó el día anterior. Lo revisa y ¡zas!, le encuentra la falla. Es el alternador, ayer no fallaba. Se lo cambio. Déjelo jefe, venga a la tarde. Y sucede exactamente lo mismo que la tarde anterior y así toda la semana.
Al auto casi le han cambiado el motor y no queda. Hasta que uno harto, busca otro mecánico que le repare el auto. Esos son los mecánicos parteros, los que se la pasan cambiando partes, hasta que le atinan a la falla. Con el problema de la inseguridad, la violencia, el crimen y todos los derivados sucede algo parecido.
Administraciones van y vienen, llegan personas expertas en conductas sociales, en seguridad, en criminología, teoría de género, derechos humanos y otras disciplinas para atender el crimen, la violencia, la inseguridad y todo eso y ¡zas!, nada sucede de lo que prometen va a suceder. Solo los grandes presupuestos que erogan, desaparecen. Son como los mecánicos parteros, se la pasan cambiando partes. Solo que no le han atinado a nada en los últimos treinta años.
No atinan a detener ya no digamos al crimen organizado, el que siempre va a la vanguardia en todo. No alcanzan a prevenir que miles de adolescentes en el país delincan. Y la verdad, no tienen idea de cómo hacerlo y por los frutos que vemos, parece que nada les funciona. Los índices siempre van al alza, a pesar que don presidente se avienta cada rollo mareador, que cada día tiene menos efecto. Como lo dicho en Ciudad Juárez el lunes 9 de agosto.
La participación de adolescentes en infracciones a la ley o hechos delictivos, tanto del fuero común como del fuero federal, se incrementó 8.2 por ciento en los primeros cuatro meses de 2021, pese a los esfuerzos del gobierno federal por evitar que los jóvenes caigan en el crimen.
Cifras de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) muestran que en enero había en el país una población de 5 mil 266 adolescentes en conflicto con la ley; para abril la cifra subió a 5 mil 699. Es decir, en solo 4 meses, 423 adolescentes fueron detenidos por algún tipo de crimen.
En enero había 4 mil 669 adolescentes relacionados con alguna infracción a la ley o hecho delictivo del fuero común y 597 más estaban ligados a hechos del fuero federal, incluido el tráfico de droga. Para abril, ambos indicadores se incrementaron. En el caso de las infracciones a la ley del fuero común pasó a 4 mil 847 (3.1 por ciento más) y los vinculados a hechos del fuero federal subieron a 852 (42.7 por ciento de alza).
La autoridad federal y la estatal se la han pasado tratando de evitar que suban los índices, pero lo digo de nuevo, no saben cómo, no le atinan. Están como el mecánico partero.
Don presidente López Obrador ha señalado que los adolescentes son un sector de la población altamente vulnerable ante el crimen organizado y sostiene que atender a este segmento permitiría “serenar” al país, con programas como Jóvenes Construyendo el Futuro y Jóvenes Escribiendo el Futuro.
Esto lo dijo en agosto de 2019, hace dos años y ofreció entonces varios programas de apoyo a jóvenes, “para que nadie sea enganchado o sonsacado y se vaya a la delincuencia… Queremos atender a los jóvenes, dijo, para que, de esta manera, podamos serenar al país”. Eso lo dijo en un evento en Coahuila.
Pero en su última visita al estado de Chihuahua, dijo que: “la verdadera contienda con los jefes de los grupos delictivos es que no se lleven a los jóvenes y que no sean parte de un ejército de reserva para la delincuencia, eso solo se logra atendiendo a los jóvenes, al pueblo, combatiendo la pobreza”.
Al parecer los programas de los Jóvenes construyendo esto y lo otro, a pesar del gasto, nada hacen, nada logran. La falla sigue.
La pobreza no es la principal causa de la delincuencia, lo sabemos. Sí lo es la disfunción de la familia. La mayoría de los jóvenes provienen de familias donde no hubo cariño por parte de los padres, no de hogares pobres, necesariamente.
Cada año en el país nacen en promedio 350 mil bebés de madres adolescentes, solteras. Y esto está sucediendo al menos desde hace una década.
¿Y qué cree? Que hijos de madre adolescente o soltera tienen una gran cantidad de tiempo libre, son consumidores de grandes cantidades de imágenes de violencia y sexo en la TV, películas, música rap donde la violencia y el sexo son signos de la hombría y las pandillas llenan el vacío creado por la ausencia de un padre. Todo esto es consecuencia de la corrupción que combatimos.
Y así, el crimen y la violencia empiezan cuando la infancia termina a corta edad, evitándoles su niñez a edades tempranas, se evita que crezcan sanamente robándoles el proceso de aprendizaje y esto los lleva a las pandillas promiscuidad para vengarse de la sociedad.
Ante un nuevo “brote” de violencia, ante el alza del índice de menores que cometen delitos en el país, las autoridades federales, del estado, de Ciudad Juárez declaran cosas como si en verdad supieran el porqué de la “enfermedad” que sufren los jóvenes.
La realidad -que nunca aceptarán- es que los gobernantes son como los mecánicos a los que les llevas el auto a reparar y empiezan a cambiar partes esperando atinarle.
(*) Daniel Valles es el Comisionado Internacional Anticorrupción de la OMPP