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Hasta el Cielo, padre Jesús

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Hasta el Cielo, padre Jesús

Padre Eduardo Hayen.- La muerte del padre Jesús Antonio Ramírez Pérez deja un gran vacío en nuestra parroquia y en nuestra diócesis. Los sacerdotes tienen un valor inmenso para toda la Iglesia. Pero ese valor que es un pastor según el corazón de Cristo, lo apreciamos mucho más en el norte mexicano, donde, así como el agua es escasa y se debe cuidar, también las vocaciones a la vida sacerdotal. Si el sacerdocio es el amor del corazón de Jesús, como solía repetir con frecuencia el santo Cura de Ars, hoy reconocemos con devoción este inmenso regalo que fue para nosotros el padre Jesús Ramírez.

Desde hace siete años el padre Jesús llegó a la Catedral enviado por nuestro obispo para ser vicario parroquial. El padre no tuvo que hacer un gran esfuerzo por conquistar el corazón de los fieles. Muy pronto destacaron sus virtudes que fueron perfumando nuestra comunidad y que hoy han dejado un exquisito aroma: ese el buen olor de Cristo que esparce un sacerdote cuando vive en plenitud su ministerio.

Quiero destacar tres virtudes, entre muchas otras, que Cristo le compartió al padre Jesús. Admiré siempre su mansedumbre y su humildad, esas cualidades por las que Cristo atrajo a los hombres hacia sí; esas cualidades por la que el Señor conquistó los corazones. El padre Jesús fue una persona delicada en el trato con los demás, siempre respetuoso y amable con todos. Jamás una grosería hacia alguna persona. Tenía esa virtud sacerdotal que combina la humildad con la accesibilidad, la bondad y la amabilidad. El padre nunca fue rápido para condenar o lastimar. Nunca amenazante, sino agradable y hospitalario con todos.

El padre Jesús tenía una gran capacidad de consejo y de escucha. Me sorprendía cuando a veces nos sentábamos a comer y yo sacaba en la conversación los problemas de la parroquia, o los conflictos que ocurren en la vida pastoral, y él calladamente me escuchaba y después, con su palabra me ubicaba, me centraba, me hacía ver otras caras del prisma. Por su capacidad de escucha y lo certero de sus juicios los fieles lo buscaban en el sacramento de la confesión.

Así como el Nazareno tenía contacto con las personas que la sociedad judía marginaba por sus condiciones sociales o por su estado de salud, así su sacerdote, el padre Jesús, tenía una gran sensibilidad a las situaciones de miseria humana que tuvo que atender desde la Catedral. Supo reflejar en la catedral la misericordia de Jesús. Le tocó escuchar a personas con problemas muy delicados para resolver –casos de depresión severa, problemas familiares intrincados, incluso personas con infestaciones demoníacas– el padre a todos atendía con infinita paciencia y bondad, y las personas salían confortadas.

Admiraré siempre –tercera virtud– su celo pastoral y su capacidad de trabajo. A pesar de sus limitaciones físicas, que se iban haciendo más complicadas, el padre Jesús fue un sacerdote de mucha iniciativa pastoral. Buscó para la comunidad de San José, a la que quiso tanto y atendió con tanta entrega, que los jóvenes estuvieran acompañados, que tuvieran buena formación, que se integrara un grupo de matrimonios, que se rezara el Rosario y se hicieran horas santas; que en Catedral los adultos se catequizaran. Todos vimos que detrás de su lento caminar, debido su pulmón dañado, había una gran capacidad de sacrificio por amor a la Iglesia.

En el libro de Esdras se describe con qué entusiasmo los israelitas regresaron a la patria, después del destierro en Babilonia, para la reconstrucción del Templo. Con júbilo celebraron su dedicación y la fiesta de la Pascua. ¡Qué bello es descubrir sacerdotes que se apasionan por construir el templo de la Iglesia! Sacerdotes que colaboran con el Espíritu de Dios para animarnos, con la palabra y el ejemplo, a edificar ese templo espiritual que somos cada uno de nosotros. Mirar el sacerdocio del padre Jesús debe alegrar nuestros corazones porque fue un sacerdote según el corazón de Cristo.

Su desgaste por dar vida a la Iglesia nos recuerda el grano de trigo que, para vivir, debe de morir y así dar mucho fruto. Hoy, que el padre Jesús Ramírez ha celebrado su Pascua definitiva, sea un estímulo para que los sacerdotes nos esforcemos a darlo todo por Cristo, y así colaboremos con el Espíritu a preparar la Iglesia sin mancha ni arruga, que es el amor del Señor. Descanse en paz, sacerdote para siempre, querido padre Jesús.

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