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Gobierno insensible y sociedad apática

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Gobierno insensible y sociedad apática

Alejandro Zapata Perogordo.- La fórmula de un gobierno insensible y una sociedad apática da como resultado un verdadero aislamiento, una distancia entre la satisfacción de las más elementales necesidades que debe proveer la función pública frente a la resignación del ciudadano que procura ingeniárselas para cubrir por sí mismo esas faltas.

Es curioso cómo hemos transitado de ser un país cuyos habitantes tenían inmerso un gran sentido de solidaridad a convertirnos en personas poco participativas, observando desde una prudente distancia los acontecimientos. El fenómeno es multifactorial, no es que hayamos extraviado esos valores, más bien, se debe al surgimiento de un proceso de reacción innato, nos hemos vuelto desconfiados y temerosos.

Nuestros hábitos han cambiado en muy poco tiempo, ante el incremento de los riesgos a que estamos expuestos, lo que permea alrededor son básicamente episodios de tragedia tras tragedia, acontecimientos dramáticos cada vez más cercanos, lo que nos obliga a actuar con mayor cautela y a vivir con una latente preocupación.

Lo cierto es que los tiempos de tranquilidad, armonía y paz social, han pasado, forman parte de los recuerdos históricos que añoramos, ahora han cambiado las cosas y con ello, también nosotros. El número de ejecuciones diarias nos dice que estamos en medio de una guerrilla y cuando esto ocurre sabemos que puede pasar cualquier eventualidad.

Esto nos conduce a voltear y ver al gobierno, encargado de poner orden y establecer mejores condiciones de vida, procurar los satisfactores sociales y conducir las acciones necesarias encaminadas a lograr una convivencia armónica, con estabilidad y progreso.

Sin embargo, no vemos más allá de quejas, pretextos y justificaciones, la efectividad de acciones eficaces que sirvan cuando menos para contener la andanada criminal, la inflación, falta de empleo, corrupción y atención en materia de salud.

Son tiempos difíciles, agudizados con malos resultados del gobierno en turno: sin medicinas, sin seguridad, sin empleos. Más aún, un fiscal altamente cuestionado, un gabinete en campaña y el presidente con pleitos cada mañana.

La solidaridad no es un elemento que se encuentre en la agenda ni en la mente de este gobierno, ha sido sustituida por la insensibilidad. En efecto, cada vez que pasa algo que requiere una respuesta y actitud solidaria de la administración, en vez de ello, obtenemos un distractor o escuchamos alguna recriminación.

También es de reconocer que la culpa es nuestra, el simple hecho de dejar pasar y dejar hacer, es suficiente para que un gobierno actúe como se le venga en gana, adoptando una postura muy cómoda, sin ningún contrapeso social.

Para darnos cuenta inclusive de cómo estamos, basta ver cómo el gobierno se queja a diario de que todo es culpa del pasado; es decir, toma el papel de acusador ante el pueblo, mientras el pueblo en algunas partes anuncia la formación de grupos de autodefensa, ante la ineficacia del gobierno, como cambian las cosas.

La disyuntiva se reduce a preguntarnos primero si estamos conformes con lo que está ocurriendo. Si la respuesta es negativa, entonces ¿Qué nos corresponde hacer para cambiar las cosas?, si optamos por seguir igual la resignación gana. Por el contrario, se decidimos participar, tenemos la esperanza de un cambio para mejorar.

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