“Compro tu dólar feo, roto, manchado y deteriorado”, pregona Miguel Urrutia, un estudiante de contaduría que recurre a la compra y venta de divisas para sobrevivir.
“La cosa está bandera [difícil], oíste”, añade, al lado de varios jóvenes caraqueños en una plaza ruidosa, vibrante, multitudinaria. “Ya nadie quiere estudiar ni trabajar porque lo único que da reales es esto”, dice. Muchos comercios y personas no aceptan los billetes de dólares deteriorados, pero Miguel hace negocio con ellos.
En una esquina de la Plaza Bonalde, en el barrio popular de Catia en Caracas, Venezuela, Urrutia comparte la zona con vendedores de tornillos, cables para celular y comida china, entre otras cosas.
Esta siempre fue una zona de vendedores ambulantes, conocidos en Venezuela como “buhoneros”. Se paraban en dos o tres calles peatonales. Pero durante los últimos años el mercado popular se ha desbordado por más calles, la plaza misma y en otros barrios aledaños.
Tras una crisis económica que redujo la economía un 80% entre 2013 y 2021, la llegada del dólar de manera informal a las calles venezolanas ha sido un sacudón para las lógicas del empleo.
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, de la Universidad Católica, entre 2014 y 2021 el empleo formal se redujo en 4,4 millones de puestos, casi un tercio de la población económicamente activa.