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Fracking en México

Rafael Espino.- Durante su reciente participación en el Foro Nacional de Energía en el Senado de la República, el director general de Petróleos Mexicanos (PEMEX), Víctor Rodríguez Padilla, resaltó la alta dependencia de nuestro país de las importaciones de gas estadounidense para generar electricidad.

Actualmente se importan 7 mil millones anuales de metros cúbicos de gas, lo que pone en entredicho el concepto de “soberanía energética”, tan utilizado para sustentar diversas decisiones en materia energética, que han resultado muy poco afortunadas para la generación de utilidades de la empresa pública.

Indicó que hay meses en los que el país llega a depender hasta en un 96% del suministro proveniente del vecino del norte. Textualmente dijo: “Si Estados Unidos nos cierra la llave, México se queda a oscuras”.

Cierto que esta dependencia se originó cuando Estados Unidos, mediante la utilización y perfeccionamiento del “fracking”, particularmente en el gobierno de Barak Obama, se consolidó como potencia en producción de petróleo y gas, mientras México, prohibiendo la utilización de esta técnica, por razones ecológicas, priorizó la construcción de ductos para la importación de gas y dejó de lado los proyectos de extracción nacional. Actualmente el gas es inclusive más importante que el petróleo para la generación de electricidad.

Con estas declaraciones, parece abrirse la puerta a que Pemex abiertamente explote yacimientos no convencionales (fracking), lo que requiere más inversión para su aprovechamiento; pero lo importante radica en que estaría el gobierno de la presidenta Sheinbaum apartándose de un capítulo que estuvo vedado durante el gobierno anterior.

El fracking es una técnica para extraer hidrocarburos mediante la inyección a alta presión de fluidos, arena y químicos, que fractura la roca y libera petróleo y/o gas.

Esta técnica, ya anteriormente utilizada en México, ha sido muy criticada por grupos ambientalistas, los cuales repetitivamente, en forma automática y simplista, aducen contaminación en acuíferos subterráneos y superficiales, daño a las capas externas de la tierra, altos índices de utilización de agua, sismicidad inducida y gases expulsados a la atmósfera.

Muchas de estas críticas ya resultan obsoletas, ante el vertiginoso avance de la tecnología en perforación inteligente, optimización de la fracturación y modelos de inteligencia artificial

El hecho es que la demanda mundial de combustibles fósiles continuará creciendo en las próximas décadas y mal haría nuestro país en no aprovechar esta técnica extractiva para una sustentable explotación de nuestros hidrocarburos.

Según estimaciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), se espera un aumento en la demanda total de energía para 2050 de hasta un 24%, con una demanda de petróleo que superará los 120 millones de barriles por día. En el caso del gas, según el Foro de Países Exportadores de Gas (GECF), habrá un aumento en la demanda global de gas natural de hasta aproximadamente 5 mil 360 millones de metros cúbicos para 2050, lo que representa un incremento del 34% en comparación con 2022.

Simplemente debemos atender al ejemplo estadounidense, en el que en 2022, dos tercios de su producción de petróleo provino del fracking, mientras que hace dos décadas era menos del 7%.

Gracias también al fracking, Estados Unidos es el principal exportador mundial de gas natural licuado (GNL). En 2023 exportó 91.2 millones de toneladas métricas, superando a Qatar y a Australia, cuando hace apenas 20 años era importador de GNL.

Bienvenido el anuncio con respecto del fracking del director general de Pemex. No es exagerado señalar que con esta técnica, podría revertirse la declinación en nuestra producción de petróleo y gas a partir de 2029. De manera similar a lo sucedido en Estados Unidos y Argentina.