Soc. Omar Jesús Gómez Graterol.– Recuerdo que desde niño siempre me aficioné a la literatura, además de contenidos de autoayuda y superación. Mientras otros infantes y adolescentes invertían para verse guapos, bien vestidos o divertirse con personas de su edad, yo lo hacía para conseguir las llaves de éxito, la felicidad y la riqueza. Era una constante para mí emplear los limitados recursos económicos de los cuales disponía en la adquisición de libros, revistas o folletos con estos temas; sin mencionar la ingente cantidad de charlas, conferencias, cursos, talleres, seminarios y otras acciones de esta naturaleza en los cuales participé.
Había ocasiones en las cuales me sentía con un poder superior, poseedor de un conocimiento no accesible para el común de la población o imbuido en una dimensión distinta y más evolucionada a la de las demás personas, aunque compartiéramos los mismos espacios. Lo anterior, sin mencionar aquellos momentos en los cuales salía de algún evento con la sensación de que me movía en las cumbres de montañas muy altas mientras observaba desde las cúspides al resto de los mortales en su cotidianidad. ¿Y por qué no? Se me habían otorgado las herramientas para conseguir todo lo que yo deseara.
Mucha de esta bibliografía, actividades y expositores, resultaron algo muy positivo para mí, no lo puedo negar. Sin embargo, también varios de estos textos y programaciones me ocasionaron traumas por décadas en aquellos casos que no conseguí lograr lo que se me prometía. Lo anterior porque muy pocas veces se me ocurrió dudar o cuestionar las técnicas o métodos que se me estaban proporcionando para llevar una vida plena. De hecho, con mucha frecuencia pensé que algo muy malo debía estar pasando conmigo pues si había alguna falla debía estar en mí y no en lo que esos seres iluminados decían o indicaban, por lo que llegué a creer que había una suerte de perdedor en mi fuero interno que se rehusaba a abandonarme condenándome al fracaso en algunos aspectos de mi existencia.
Afortunadamente, y en la actualidad, hay un público cada vez más crítico y menos ingenuo con este tipo de publicaciones. Por ello, en muchas de las redes sociales podemos percibir gente que está más alerta y atenta al material que se brinda y que ya no está dispuesta a tragarlo, sino a digerirlo. Hay casos de personajes emblemáticos y pintorescos que han amasado grandes fortunas como “asesores motivacionales”, pero que están siendo fuertemente cuestionados en el presente por ello (y de los cuales obviaré sus nombres por desconocer a profundidad sus trabajos, así como por no ser mi intención juzgar o evaluar los mismos).
Al respecto, un reconocido psicoterapeuta y sexólogo de Ciudad Juárez, el doctor Efraín Rodríguez Ortiz, con el cual tuve la fortuna de conversar acerca del tema, me aportó una lectura muy interesante en referencia a estas situaciones. Para él, gran parte de las prácticas que sugieren muchos de estos autores carecen de bases empíricas o fundamentos científicos para su constatación.
Y si bien, en sus obras y presentaciones recurrentemente aluden a revistas que citan estudios científicos, estadísticas, ecuaciones matemáticas o conocimientos ancestrales (algunos de ellos más antiguos que la propia aparición del homo sapiens), todas estas supuestas evidencias son fundamentadas en dudosas metodologías o no están convenientemente arbitradas por expertos en las materias que se abordan.
Según este estudioso, todo esto lo hacen con el propósito de generar una sensación de probidad en sus teorías y filosofías, pero sin que realmente haya fundamentos científicos que soporten las mismas o siquiera alguna posibilidad de que se puedan constatar. Por lo tanto, el objetivo de estas obras es el generar ventas en masa, lo que se conoce como “Best Sellers”, sin medir adecuadamente el impacto positivo o negativo que se tiene sobre los consumidores de dichos escritos o disertaciones.
Es así como sus ideas se convierten en fórmulas mágicas que quizás le funcionarán a una cantidad ínfima de lectores u oyentes, pero nunca a la totalidad del público que busca en estos recursos soluciones a sus problemas.
Indudablemente, hay una necesidad de este tipo de formación en la ciudadanía y la demostración más fehaciente de ello es la gran demanda que los ciudadanos tienen de este tipo de instrucción. Por lo tanto, es ilógico tratar de hacer desaparecer este oficio. No obstante, antes de participar en alguna jornada de esta especie lo mejor es revisar el perfil del facilitador o capacitador, su trayectoria y los mensajes implícitos en sus discursos. Asimismo, si toman en cuenta el contexto cultural, social, político, económico y espiritual de los asistentes.
Es conveniente destacar que la realidad no es algo con lo cual es fácil lidiar todo el tiempo, pero cuando se ofrecen exceso de atajos, caminos sin obstáculos, ausencia de dolor y/o poco esfuerzo para obtener logros en la vida, es un buen momento para comenzar a sospechar.
Que el desespero no nos lleve a caer en manos de charlatanes que al vendernos “pociones milagrosas” terminen envenenándonos. Estos elixires son dulces y sabrosos al principio, pero amargos además de desagradables hacia el final, y nos hacen caer en mayores frustraciones que las que tenemos antes de consumirlos.